A 150 Años de su nacimiento

Sigmund Freud: vida y obra de un gran revolucionario

El 6 de mayo se cumplieron 150 años del nacimiento de una de las personalidades más destacadas del Siglo XX: Sigmund Freud. Así como Copérnico y Darwin revolucionaran, primero al mundo, con sus verdades de la realidad externa, este hombre, judío de origen, llevó adelante una revolución epistemológica del conocimiento interno, desarrollando un método de investigación y a la vez terapéutico como lo es el psicoanálisis. En esta nota apreciaremos su aporte a la existencia humana en general, así como su sentido de pertenencia al pueblo judío en particular.

Por Daniela Zeitune

El creador del Psicoanálisis

El psicoanálisis nació en el seno del siglo XX. Su ambición era aportar al conocimiento de la ‘psique’ -el alma – humana. No fue nada fácil para Freud poder dar a conocer sus pensamientos, pero su valentía intelectual no se echó atrás. Al respecto dice: “el psicoanálisis aporta tantas cosas nuevas, y entre ellas tantas que contradicen opiniones consabidas y sentimientos hondamente arraigados, que no puede menos que provocar oposición al comienzo. Pero si uno suspende el juicio y deja que el psicoanálisis como un todo lo impresione, quizá llegue a la convicción de que aún eso nuevo indeseado merece conocerse y es indispensable si se quiere comprender el alma y la vida de los hombres”.
De esta disciplina nacen conocimientos tan revolucionarios como la sexualidad en los niños, la posibilidad de interpretación de los sueños, y la existencia de una instancia psíquica que nos trasciende como es el inconsciente.
La técnica analítica se basa en la asociación libre, el paciente debe decir todo cuanto se le pase por su mente, sin ceder a una posible crítica interna que pueda surgir sobre sus pensamientos, ni preocuparse por seguir un hilo conductor. El analista debe escuchar todo el material del paciente con igual atención. El trabajo consta en traer a la conciencia del paciente lo psíquico reprimido, en trabajar sobre todo el material por donde se manifieste el inconsciente (sueños, actos fallidos, lapsus, etc.). De esta forma, los síntomas comenzarían a ceder y por medio del trabajo de investigación se conseguiría un efecto terapéutico en el paciente.

Su condición judía

Sigmund Freud nació en el seno de una familia judía, el 6 de mayo de 1856, en Moravia, Austria. Sus padres conservaban cierta creencia religiosa y solían respetar las festividades, sin embargo desde pequeño, Sigmund no sintió la necesidad de abocarse a la religión. Como escribe Ernest Jones en su más reconocida biografía: “… él se sentía judío hasta lo más hondo de su ser, y ello, evidentemente significó mucho para él…”.
Estudió medicina, sin embargo nunca había sentido una ferviente atracción por los asuntos médicos (ni siquiera tuvo el interés muy conocido en la mayoría de los niños de ‘jugar al doctor’). Su paso por la medicina, fue eso mismo: un paso, un pasaje que le tenía destinado otro punto de llegada que nada tiene que ver con la medicina tradicional.
Se dice que Freud fue una persona que le atribuyó un gran valor a la amistad, siendo la mayoría de sus amigos de origen judío. Sabía disfrutar de las pequeñas cosas, entendiendo que en ellas se encontraba el secreto de una buena vida. También tenía una amplia capacidad para aceptar los males de este mundo y enfrentarlos.

Exilio y muerte

Durante su juventud sufrió mucho el antisemitismo, especialmente en la época de la Universidad, pero siempre con una gran dignidad, defendió y sostuvo su condición judía. También fue miembro de la B´nai B´rith, y se hizo presente en momentos importantes del pueblo judío, como la inauguración de la Universidad Hebrea de Jerusalem, institución de la que fue miembro directivo.
Corría el año 1938 cuando la Gestapo detuvo a su hija Ana. Esta dramática situación llevó a que Freud comprendiera que su vida realmente corría un serio peligro en la Viena invadida por los nazis. Esto lo llevó a decidir aceptar la ayuda de Ernest Jones y Marie Bonaparte para exiliarse en Londres un 4 de junio. Esa misma ciudad es la que un año después -un 23 de septiembre de 1939- lo ve morir a los 83 años. Su cuerpo fue cremado, máximo testimonio de su desentendimiento religioso.

La ciencia sin prejuicios como parte del judaísmo

En el prólogo a la edición en hebreo que escribió en 1930 en referencia al texto ‘Totem y Tabú’, dice al respecto: “Ninguno de los lectores de este libro podrá ponerse con facilidad en la situación afectiva del autor, quien no comprende la lengua sagrada, se ha enajenado por completo de la religión paterna -como de toda otra-, no puede simpatizar con ideales nacionalistas y, sin embargo, nunca ha desmentido la pertenencia a su pueblo, siente su especificidad de judío y no abriga deseos de cambiarla. Si se le preguntara: – “¿Qué te queda entonces de judío, si has resignado todas esas relaciones de comunidad con tus compatriotas?, respondería: – Todavía mucho, probablemente lo principal”.
“Para un autor así, es una particularísima vivencia que su libro se traduzca al hebreo y se ponga en manos de lectores que tienen a ese idioma histórico como lengua viva; y que esto se haga con un libro que trata sobre el origen de la religión y la mortalidad, aunque es ajeno a puntos y no establece restricción alguna en beneficio del judaísmo. Pero el autor espera coincidir con sus lectores en el convencimiento de que la ciencia sin prejuicios no puede permanecer fuera del espíritu del nuevo judaísmo”.

Contra lo descartable

El lector que haya tenido la posibilidad de experimentar el psicoanálisis (con un profesional serio y responsable) coincidirá en que Sigmund Freud creó algo muy particular y muy útil para cada ser humano en su más profunda singularidad.
El psicoanálisis es recomendado para aquel que desee conocerse a sí mismo en profundidad desde la complejidad que implica la tarea de realizar un viaje interior. No pasar por la vida desconociendo nuestras más profundas motivaciones y sentimientos (como dice Freud, que es la forma en que viven la mayoría de los seres humanos). Esta propuesta, quizá, no se condice con el imperativo de lo descartable, lo comercial, lo superfluo y lo instantáneo, tan en boga estos días. Pero muchas son las personas que siguen apreciando la enorme riqueza que aporta el conocimiento de sí mismo. Y ello es lo que marca la vigencia del Psicoanálisis. Nada es azaroso, conocerse a uno mismo… uno mismo. Lo único de lo cual uno no se puede escapar.
Por tal motivo, a 150 años de su nacimiento, vale la pena recordar a Sigmund Freud, un hombre de origen judío que ha realizado un aporte de incalculable riqueza para la humanidad.