Somos ciudadanos comunes enterrados hasta el cuello en amenazas terroristas, el aislamiento, la indeterminación, la desesperanza (ya nos han prometido guerra para los “próximos treinta años”); quizás seamos un caso perdido.
Es así: Sharón logra estar siempre en la vidriera: ¿Qué será de él? ¿Sobrevivirá?
Todo el espanto de estos últimos tres años y medio parecen la trama de una verdadera telenovela, el emocionante drama de las idas y vueltas de Sharón para tratar de llegar al final de su mandato, de su período en el cargo.
(N de R: para entender este articulo hay que tener en cuenta que Sharón está a un voto de perder la moción de confianza en la Knesset. La prensa israelí hace tiempo que sigue las vicisitudes de las acusaciones del fiscal general contra Sharón en torno a sospechosos movimientos de dineros de los que nadie duda a esta altura, pero que elude con buena cintura política y mediática, por ahora. También, hay que comprender que Sharón, en su cargo, oscila muchas veces y por presión de los Estados Unidos, con discursos contra la ocupación, hablando de las “difíciles concesiones que está dispuesto a hacer”, del retiro unilateral de la Franja de Gaza, y tantas otras opciones, que lo enfrentan a la furiosa derecha de su partido, el Likud, y sus aliados, los colonos de los asentamientos).
Una telenovela argentina
Las piruetas pueden consistir en un “asesinato selectivo” o un discurso con un par de párrafos que sorprenden a unos y otros; un “plan” al que siempre le falta una pata con qué sostenerse, algún truco político, una estrategia, incluso una escalada apocalíptica de la violencia. Todo eso depende del nivel de estrés de nuestro Primer Ministro.
Y así, como en las mejores novelas de la televisión argentina, la formula funciona a la perfección, incluso a pesar de ser tan transparente, tan naif. ¿No es maravilloso?
Vamos a admitirlo: nos hemos vuelto adictos. Nos acostumbramos a las guiñadas de ojos, a la ambigüedad, las evasivas; así como nos acostumbramos a los suicidas, al aislamiento político planetario, a la recesión y al derrumbe en nuestras vidas cotidianas, que se velan tras las preguntas de los analistas de los noticieros: “¿Cuándo viajará Sharón para verse con Bush otra vez? ¿Cuál va a ser la próxima cabriola de Sharón en la Kneset o en el Likud? ¿Qué es lo que no le va a preguntar el fiscal general a Sharón en el próximo interrogatorio?
Curso de supervivencia
El éxito de la táctica de Sharón es evidente, incluso por la ambivalencia con que sus rivales calculan las posibilidades ciertas de que caiga. El público, en trance, sigue el falso mesianismo de Sharón y su slogan: “con artimañas vamos a crear más planes y más artimañas”.
Estamos temerosos de cualquier alternativa posible, sin darnos cuenta que ya estamos viviendo la alternativa que más temíamos.
De todas maneras, este período bizarro tiene que llegar a su fin. El problema es que nadie tiene la menor idea cómo.
Uno de sus confidentes aseguró esta semana que en la historia de Israel los primeros ministros han terminado su período en el cargo, pero que el destino de Sharón es totalmente diferente:
– Los que lo conocen bien saben que Sharón no se va a ir: no va a renunciar, no va a perder y no se va a ir incluso si es procesado; no va a ceder ante nadie; ni ante los palestinos, ni ante el fiscal general, ante los periodistas, ante las encuestas de opinión pública, ni por pedido de los miembros de su gabinete, ni por pedido de la derecha, o la izquierda, ni ante los miembros del Parlamento, y menos que menos por pedido del Comité Central de su partido, el Likud.
¿No se entendió? El leit motiv de toda la era Sharón es: “Supervivencia en el cargo”. Ese es el horizonte. Y la única explicación de su extraña y dañina conducta.
Incluso al costo de causar daño a nivel nacional, Sharón no es el único Primer Ministro en la historia de Israel que pelea con uñas y dientes por su propia supervivencia.
Pero su personalidad es un tanto anómala entre la galería de los líderes nacionales, a tal punto que su lucha adquiere ribetes de dimensiones desmesuradas. “Tipo que” (como dicen los chicos) la cosa se pone un tanto “densa”.
O él o nosotros
Precisamente en el caso de Sharon tenemos suficiente fundamento para pensar que cuando “lo ponen con la espalda contra la pared” el sujeto puede ser capaz de hacer blanco con tal de salir del paso. Y si no, veamos el asesinato de Yassin como apenas una muestra de la seriedad del peligro, cuando Sharón se pone nervioso.
Otra táctica es acumular planes a futuro, llenos de condiciones, cada una de las cuales depende en su implementación de si va a estar en un buen día o de mal humor, y de hecho, si va a estar él mismo a cargo o no.
Todos esos planes son como rehenes inventados para regatear: si él pierde, no habrá “Mapa de Rutas”; si aparece un auto de procesamiento, no habrá “desenganche” de Gaza.
¿Se acuerdan de Abu Mazen anunciando que había encontrado la solución al terrorismo? (N de R: un plan que desembocó en la “hudna”, una tregua que duró menos de un mes). Planes, planes y planes, que dependen de la personalidad de los líderes, preparados en secreto, en tiempos de estrés personal, en síndrome de pánico, que se esfuman cuando los muchachos (y los líderes) se tranquilizan.
Aparentemente nadie es capaz de cortar por lo sano y romper el nudo gordiano que Sharón ha creado entre sí mismo y el “destino del pueblo de Israel”. No obstante, su megalomanía no lo convierte en algo eterno como la General Motors.
No todo lo que es bueno para su supervivencia política es necesariamente bueno para Israel.
Definitivamente no.
A veces la verdad es lo opuesto. Si continúa con sus embustes, algún día, el hechizo se esfumará y el pueblo dirá «o se va él o nos vamos nosotros».
Pero aún entonces no queda claro quión de los dos completará su período.
Sharón es tan caradura que seguirá pretendiendo gobernar aún cuando su pueblo se le haga pedazos.
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