Yassin fue dejado en libertad por el mismo partido Likud que gobernó, ayer con Netanyahu, enemigo en las internas de Sharón, y asesinado por Sharón, enemigo interno de Netanyahu. Sea como fuere, si en el Likud creen que era un enemigo peligroso, ¿por qué lo dejaron libre? ¿No evaluaron el posible efecto dominó que puede desencadenar su asesinato? Bajo este criterio, ¿no hubiera resultado conveniente mantenerlo apresado?
Yassin supo estar preso en diversas cárceles israelíes. Fue detenido en mayo de 1989 y condenado a cadena perpetua bajo la acusación de incitar al asesinato de palestinos colaboracionistas de Israel. En 1997 el entonces premier israelí, Benjamín (Bibi) Netanyahu, decidió excarcelarlo “como gesto de buena voluntad” en lo que parecía un primer paso para la liberación de más presos palestinos.
Hace seis meses ya escapó a los mismos helicópteros que lo alcanzaron ahora.
Ayer terminó la vida de Ahmed Yassin, la mayor parte de ella atado a una silla de ruedas. Vaya a saber cuántas vidas más caerán tras la suya, árabes, palestinas o israelíes. Total ¿a quién le importa ahora? Pero importará cuando tengamos los rostros de los próximos caídos y el dolor de sus familias.
Sea como fuere, la comunidad internacional debe de exigir la detención del próximo baño de sangre que se viene reclamando el cese de la espiral de violencia que desatará el asesinato de Yassin promovido por el gobierno de Sharón y repudiado, incluso, por los máximos dirigentes de la oposición israelí.
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