Medio Oriente:

Códigos éticos inmorales

Hay un diálogo de sordos: entre los que se oponen a las operaciones del Ejército israelí en territorio ocupado y los que apoyan esas operaciones; entre los que, correctamente, piensan que tenemos derecho a defender a los ciudadanos del Estado de Israel, incluso al costo de dañar inocentes del lado palestino, y aquellos que, correctamente, plantean sus reservas sobre el terrible precio moral de esa actividad. Hay quienes han intentado formular fronteras precisas sobre lo que debería estar prohibido y permitido en una suerte de “código de ética para la lucha contra el terror”. Un intento de diferenciar entre moralidad y seguridad.

Por Arik Diamant (*)

Un dilema moral

Es que más de una vez se escucha que la derecha y la izquierda carecen de una visión amplia al respecto y su miopía no les deja ver a las víctimas de uno y otro lado. Que hay que entender que las actividades del Ejército en los territorios pueden causar daño a inocentes, pero prima el deseo y la necesidad de proteger a los ciudadanos israelíes del peligro del terrorismo. Entonces, nos encontramos ante un dilema moral que no puede dejar de considerarse. Pero argumentos como estos, basados en consideraciones genuinas, no tienen nada que ver con lo que está ocurriendo en los territorios, tal como los 600 miembros de “Coraje para Rehusarse” pueden testificar, después de servir por largos períodos en la maquinaria de la ocupación, viendo con sus propios ojos para qué estamos peleando allí.

Dos Guerras

Israel, hoy día, está peleando dos guerras. Una es la guerra sin opción, una guerra compleja y difícil, contra el terror. Una guerra dentro y fuera de la Línea Verde.
La segunda guerra es estúpida y diabólica: una guerra que santifica la tierra más que a la gente, que discrimina entre la sangre de algunos y la sangre de otros, que viola los Derechos Humanos básicos de millones de personas. Es una guerra para proteger los asentamientos.
Los soldados del Ejército saben muy bien que el 90% de las actividades militares en los territorios no están relacionadas, ni siquiera indirectamente, con la prevención del terror. Saben que mientras cumplen con el deber de proteger y vigilar un puesto lunático en el corazón de Samaria, no están haciendo nada por la seguridad de la gente en Natania, Jerusalem o Tel Aviv.
Todo aquel que solo hable de una sola guerra, la guerra contra el terror, falta a la verdad. Simplemente no se trata de eso. La guerra por la seguridad de los asentamientos es delirante, brutal y no conduce a la seguridad o a la protección de los civiles israelíes.
Otra vez: hay dos, y la guerra contra el terror existe y no es ninguna pavada.
Pero, hablar de la guerra contra el terror sin ver que hay otra guerra, lleva a justificar las flagrantes actividades inmorales del Ejército en su rol de fuerza de ocupación.
No por nada más y más padres dicen que están dispuestos a arriesgar la vida de sus hijos queridos en la defensa de Israel, pero no a sacrificarlos en el altar de Kfar Darom o Netzarim.

«Yesha Saluda a la Tzava»

Hoy mismo está prevista una ceremonia oficial en Jerusalem con la presencia del presidente. Se trata de «Yesha Saluda a la Tzava» (Yesha es un consejo vecinal compuesto por varios asentamientos, que representa el extremo del pensamiento de los colonos de la Gran Israel). En este evento habrán militares de alto rango junto a parlamentarios de la derecha y todos ellos elogiarán el coraje de nuestros soldados y su devoción por la Gran Tierra de Israel y su oposición a desmantelar cualquier asentamiento o retirada de territorio alguno. Sobre el final del acto cantarán el Hatikva (Himno nacional judío) y a continuación mandarán a nuestros soldados rumbo a la muerte en batallas por la Franja de Gaza y Hebrón.
Nuestras Fuerzas de Defensa, la roca fundacional de esta Nación, el Ejército del pueblo en el que nos hemos enlistado y al que hemos servido por tanto tiempo, se ha convertido en un ejército privado de los colonos.

La Guerra que corrompe

Un código de ética para la guerra contra el terror es algo desconectado de la realidad. Hay que estar allí, en los territorios unas horas, en un checkpoint (puesto militar), observando a los soldados acompañando a los hijos de los colonos a sus colegios…
En esa otra guerra corre peligro nuestra existencia. En esa guerra, nuestra moralidad se corrompe, y cada vez hay más soldados que se rehúsan a tomar parte de ella.

(*): Arik Diamant es director general de “Coraje para Rehusarse”