Distinguidos anfitriones, señoras y señores,
El hecho mismo de estar, el día de hoy, todos reunidos aquí es importante y significativo. Supone lanzar un mensaje positivo, un mensaje de diálogo, apertura y tolerancia.
Deseo expresar mi agradecimiento a los co organizadores del seminario que nos ocupa, el Congreso Judío Europeo y el Congreso de Rabinos Europeos. Vaya por delante mi saludo más entrañable a todos nuestros anfitriones de hoy: Shalom.
La Historia de Europa cuenta con muchas páginas gloriosas. Pensemos en los principios democráticos que hemos heredado de la civilización griega. Recordemos el esplendor del Renacimiento o los progresos de la Era de la Ilustración.
Sin embargo, el pasado de Europa también tiene también muchos capítulos oscuros y terribles. Capítulos que hacen referencia a lo peor de la crueldad humana para con sus semejantes.
Europa ha asistido a persecuciones y pogromos. Ha conocido la Inquisición y las guerras de religión. Ha presenciado quemas en la hoguera, autos de fe, ahogamientos y purgas.
Lo más terrible de todo, en el transcurso de mi propia generación, Europa ha conocido los campos de concentración, el exterminio en masa, el genocidio y el horror, único, de la Shoah.
A menudo se le ha quitado importancia mediante eufemismos –como «solución final» y «limpieza étnica», no menos obscena.
Existen campos de muerte también en otros lugares, pero esto no alivia la pesada carga de culpa que los europeos llevamos por nuestro pasado. No estamos aquí para juzgar otras naciones o continentes por sus crímenes. Estamos aquí para hablar de Europa. Tengamos el valor de enfrentarnos a los hechos y llamar las cosas por su nombre.
Mi deseo es que este seminario produzca resultados y tenga un impacto. No estamos aquí para darnos golpes de pecho en público y no hacer nada. Por lo tanto, tengo algunas propuestas prácticas que formular en cuanto a su seguimiento.
Señoras y señores,
Creo que podemos aprender mucho de la Historia de los judíos de Europa. En gran medida, son los primeros europeos, los más antiguos.
Nosotros, europeos nuevos, apenas estamos empezando a aprender el complejo arte de vivir entre múltiples lealtades. Lealtad a nuestra ciudad natal, a nuestra propia región, a nuestro país de origen y, en la actualidad, a la Unión Europea.
Desde la Antigüedad, se ha forzado a los judíos a dominar este arte. Eran, a un mismo tiempo, judíos e italianos, judíos y franceses, judíos y españoles, judíos y polacos, judíos y alemanes. Estaban tan orgullosos de sus vínculos con las comunidades judías de todo el continente como de sus lazos con su propio país.
En Alemania y Europa del Este, el vehículo utilizado para expresar estos complejos vínculos era el yiddish, mientras que en los Balcanes o el Mediterráneo se utilizaba el judeoespañol o ladino.
Histórica y culturalmente, los judíos son la minoría arquetípica europea. Fueron privados de los derechos de que otros gozaban y se les persiguió a lo largo y ancho de Europa.
Se ha dicho que las civilizaciones pueden ser juzgadas por la manera como tratan a sus minorías. La manera como una sociedad se comporta respecto de sus minorías revela mucho acerca de los valores subyacentes y su cultura.
Así pues, la manera como han sido tratados los judíos es una especie de prueba de fuego de la civilización. Y todos sabemos que durante los dos últimos milenios los resultados en toda Europa han sido vergonzosos.
Sin embargo, los judíos de Europa, independientemente de su nacionalidad — belgas, británicos, franceses, alemanes, italianos, polacos, portugueses o españoles -han aportado una contribución inmensa a la cultura europea- como artistas, como científicos, como pensadores y escritores.
La contribución de los judíos a Europa, no sólo como individuos sino también como comunidad, ha sido enorme.
Los valores que los han guiado a través de los siglos nos han servido a nosotros de referencia y han desempeñado un papel considerable en la configuración del “ethos” europeo, así como en la de nuestras diferentes Historias y culturas.
Señoras y señores,
La Shoah ha sido el crimen más horrendo jamás cometido en suelo europeo. El sufrimiento inmenso que causó ha dejado para siempre a los supervivientes, y al pueblo judío en su conjunto, una cicatriz indeleble.
Ha dejado igualmente una huella imborrable en todos aquellos europeos que han comprendido toda la magnitud del crimen.
El horror de la Shoah y la pérdida terrible de vidas que supuso la Segunda Guerra Mundial marcaron también profundamente a los padres fundadores de Europa.
Se propusieron garantizar que nunca volviera la Europa de los años 30 y 40.
La idea europea se basaba en la firme determinación de que la Europa del futuro fuera diferente, una Europa de paz, tolerancia y respeto de los derechos humanos. Una Unión de la diversidad, en la que las diferencias se aceptaran y se consideraran enriquecedoras para el conjunto.
Mi compromiso personal con la idea europea surge de la profunda convicción de que ésta es la vía adecuada para que nuestro continente siga avanzando. Por ello, lo primero que hice después de mi investidura como Presidente de la Comisión Europea fue visitar Auschwitz.
La Unión Europea ha proscrito la guerra como medio de dirimir diferencias entre sus miembros. Ha reconciliado a enemigos de siglos.
Con la próxima ampliación hemos curado la herida de la división que había partido el continente en dos durante medio siglo y hemos unido Europa, pacíficamente, por primera vez en la Historia.
Hemos comenzado a unir nuestros recursos y a compartir nuestra soberanía nacional. Tenemos un mercado único y una moneda única. Y todos nos beneficiamos de la paz, la estabilidad y la prosperidad que ello ha originado.
Lo que es más importante hoy en día, también compartimos los mismos valores básicos
El respeto de los derechos humanos, el respeto de las minorías y el respeto de la dignidad humana figuran entre los principios fundadores de la Unión Europea, junto con la libertad, la democracia y el Estado de Derecho.
Por ello, el racismo, la xenofobia y el antisemitismo son una clara violación de todo lo que la Unión representa.
Señoras y señores,
He denominado la Europa que estamos construyendo una «Unión de minorías». Una Unión en la que ningún componente nacional, étnico, religioso o cultural puede primar sobre los otros.
Porque todos los componentes de Europa, sean culturales, religiosos, étnicos o nacionales merecen idéntica dignidad.
Mi deseo es que tomemos en serio el título del seminario que nos ocupa hoy. Debemos procurar que la Europa que estamos construyendo sea una auténtica “Unión de la diversidad”. No es otra la Unión que estamos construyendo.
Hoy quiero que enviemos la poderosa señal de que lucharemos por esta Unión de la diversidad nuestra.
La diversidad cultural y étnica de Europa es una de sus bazas. Junto con los valores fundadores de la Unión, nuestra diversidad cultural y nuestro carácter multiétnico pueden precisamente vacunarnos contra recientes manifestaciones de antisemitismo y nuevas formas de prejuicios.
Estoy asimismo firmemente convencido de que una conciencia del pasado es crucial — vital si queremos erradicar cualquier signo de intolerancia o rechazo de la diversidad — en las escuelas, el lugar de trabajo y la vida política.
Seamos claros. Efectivamente oímos expresiones de prejuicios antisemitas. Ciertamente vemos rastros del antisemitismo histórico que una vez se extendiera por Europa. Sin duda, presenciamos ataques contra sinagogas, profanaciones de cementerios judíos y agresiones físicas a judíos. Esta es la razón de nuestra presencia aquí hoy.
Pero seamos honrados y no perdamos la perspectiva.
La Europa de hoy no es la Europa de los años 30 y 40, por lo que sería falso pretender que lo es. No creo que, hoy en Europa, prolifere ninguna forma organizada de antisemitismo comparable al antisemitismo de los años 30 y 40.
No tenemos ningún derecho a insultar la memoria de los millones de víctimas de la Shoah, equiparando sus sufrimientos con las manifestaciones de hoy, por muy graves que indudablemente sean.
La Europa de hoy ha condenado sin reservas el antisemitismo de los años 30 y 40 y continúa condenando cualquier reciente manifestación de antisemitismo. Esta actitud es compartida por la inmensa mayoría de los ciudadanos y los líderes de Europa.
En numerosas ocasiones las instituciones de la Unión han reafirmado su determinación de defender los derechos humanos, condenando cualquier forma de intolerancia, racismo y xenofobia.
Los Tratados europeos y las leyes nacionales de los Estados miembros, sobre los que recae la principal responsabilidad de actuar en la práctica, proporcionan los instrumentos para combatir cualquier vulneración de esos principios.
La protección de los derechos humanos -y especialmente los derechos de las minorías- es un criterio clave para la adhesión a la Unión y para seguir siendo miembro de ella.
La Europa de hoy ha establecido una serie de salvaguardias y medidas preventivas para impedir cualquier resurgimiento de los terribles acontecimientos del pasado.
· La Carta de los derechos fundamentales, que se ha incorporado al Proyecto de constitución de la Unión, prohíbe la discriminación en los más vigorosos términos.
· Los Estados miembros han aprobado leyes estrictas contra la producción, venta y difusión de propaganda antisemita.
· En noviembre de 2001, la Comisión ha presentado una Decisión marco sobre el racismo y la xenofobia. Tres son sus objetivos: en primer lugar, determinar por ley la punibilidad del racismo y de la xenofobia, introduciendo penas efectivas, proporcionadas y disuasorias. En segundo lugar, mejorar y fomentar la cooperación judicial, retirando los obstáculos potenciales. En tercer lugar tipificar por ley como delito los actos antisemitas, incluidas cualquier negación pública o trivialización de la Shoah.
Señoras y caballeros,
Existe también otro contexto que se nutre del conflicto sin resolver del Oriente Medio, en el que puede desarrollarse una forma de antisemitismo.
En Europa vemos cómo este conflicto exacerba las frustraciones de nuevas minorías que, en virtud de la emigración, se han establecido en muchos Estados miembros de la Unión.
Este tipo de frustraciones importadas en Europa efectivamente se traducen a veces en actos antisemitas, en algunos países con mayor frecuencia que en otros. Hay que hacer frente a este tipo de actos con severidad.
Este tipo de antisemitismo representa un nuevo desafío para la Unión. Debemos utilizar todos los instrumentos a nuestro alcance para hacer frente a esta clase de antisemitismo, desde la actuación policial y judicial a la educación y las medidas sociales.
He comenzado mi discurso, afirmando que no estamos aquí para echar la culpa a los demás, sino para asegurarnos de que hacemos todo lo necesario para erradicar el racismo y la xenofobia. Cualquiera que sea la forma que adopte el antisemitismo, la preocupación constante de nuestra actuación política ha de ser barrer de la Unión todas las manifestaciones de este tipo.
Señoras y señores,
La paz es el valor fundamental de la Unión, paz en Europa y paz en el resto del mundo. Para no quedar reducida a una palabra hueca, la paz, sin embargo, debe ir acompañada de la seguridad.
El proceso de integración europea y de ampliación ha traído paz, en seguridad, a un continente en el que las fronteras han perdido gran parte de su significado, ya que compartimos los mismos valores, aplicamos las mismas normas y protegemos las minorías de la misma manera.
El deseo de impulsar estos valores en el resto del mundo es el principal vector de la política de vecindad que estamos desarrollando para Europa Oriental y el Mediterráneo.
La Política Europea de Vecindad intenta crear un «círculo de amigos» alrededor de la Unión, desde Rusia hasta Marruecos, basado en valores compartidos e intereses comunes o convergentes.
Además de nuestros vecinos orientales, esta nueva política abarca todos los países en torno al Mediterráneo, entre los que se cuenta naturalmente Israel, país con el que los europeos mantenemos estrechos y antiguos vínculos culturales, históricos y personales. Israel es, asimismo, una auténtica democracia viva.
En virtud de la Política de Vecindad, estamos ofreciendo a nuestros socios la ocasión de compartir la paz, la estabilidad y la prosperidad de que hemos disfrutado en la Unión Europea.
En este contexto, debo mencionar el proceso de paz en Oriente Medio porque tiene una incidencia en el tema del seminario de hoy.
La Unión está firmemente comprometida con el claro objetivo de dos Estados -Israel y un Estado Palestino viable y democrático- que vivan uno al lado del otro en paz y seguridad, sin cabida para el terrorismo o la violencia de ningún tipo, dentro del marco de una paz global en el Oriente Medio, tal como se estipula en la Hoja de Ruta.
La paz y la seguridad son preocupaciones de primer orden para los europeos.
Cuando los europeos consideran un determinado país una amenaza para la paz, pienso que responde a una preocupación por la falta de progresos en el proceso de paz y el ciclo infernal de violencia.
Del mismo modo, cuando se critican políticas específicas del Gobierno israelí, pienso que constituye una expresión normal de la disidencia democrática. Y el derecho a la disidencia democrática es algo que los israelíes practican con pasión.
No obstante, soy consciente, y no puedo negarlo, que lo que inspira ciertas críticas a Israel viene a ser lo mismo que sentimientos y perjuicios antisemitas. Esto debe reconocerse como tal y abordarse correctamente.
Señoras y señores,
Quisiera repetir por qué he convocado este seminario y lo que espero se obtenga de él.
En primer lugar, el hecho mismo de que el seminario se esté celebrando hoy contribuye a elevar el nivel de conocimiento del problema por la opinión pública e incrementa la conciencia de antisemitismo.
Porque el antisemitismo se nutre de la ignorancia.
Sin embargo, necesitamos más que palabras.
Mi deseo es que este seminario considere medidas para combatir, en la práctica, el antisemitismo. Es preciso debatir para concretar la acción, no para reemplazarla.
De modo que:
1. Permítanme empezar con la Comisión. El antisemitismo exige una actuación dirigida a unos objetivos específicamente definidos que trasciende las competencias de varios departamentos de la Comisión, incluidos los de Justicia e Interior, Asuntos Sociales, Empleo y Educación. Mi deseo es que esta Comisión considere el asunto para que podamos ofrecer a la Comisión entrante una propuesta sobre la mejor manera de abordar el problema.
2. En segundo lugar, el Consejo lo que significa los Gobiernos nacionales tiene un papel fundamental que desempeñar. Invito al Consejo de Justicia e Interior y al Consejo de Educación a celebrar reuniones con el objetivo específico de discutir el antisemitismo en Europa. Menciono estas configuraciones del Consejo porque la lucha contra el antisemitismo requiere tanto medidas de ejecución de la ley como acción preventiva en el campo de la educación.
3. Ya he hecho referencia a la propuesta de Decisión marco de la Comisión sobre la lucha contra el racismo y la xenofobia. Esta propuesta es de vital importancia, de modo que insto al Consejo a que la adopte con carácter urgente.
4. Asimismo pido a los Estados miembros que elaboren medidas y propuestas para combatir todas las manifestaciones de racismo, xenofobia, antisemitismo, islamofobia y todas las formas de intolerancia con ellas relacionada. Con este fin, es imprescindible que Europa cuente con un sistema efectivo y creíble de seguimiento y control del antisemitismo, del racismo y de la xenofobia, tanto a escala nacional como de la Unión.
5. Me congratulo de que los Jefes de Estado y de Gobierno pusieran de manifiesto, el pasado mes de diciembre, la importancia que atribuyen a estos temas, al decidir transformar el Observatorio del Racismo y la Xenofobia de la Unión, con sede en Viena, en una auténtica Agencia de los Derechos Humanos. Pido al Observatorio que acelere la publicación de su reciente estudio sobre el antisemitismo en la Unión.
6. Al nivel internacional, sinceramente espero que la situación evolucione de manera que la Asamblea General de las Naciones Unidas pueda finalmente adoptar la resolución sobre el antisemitismo. Y confío en que los Estados miembros de la Unión tomen las medidas adecuadas para este fin. Con ello se enviaría una importante señal de tolerancia a todo el mundo.
Me gustaría que todos nosotros nos pusiéramos, hoy, de acuerdo con esta serie de propuestas y políticas. Éste debería ser el mensaje del seminario de hoy.
Señoras y señores,
Las instituciones de la UE están unidas en su condena del antisemitismo.
La Europa del hoy no es la Europa de los años 30 y 40. No debemos nunca olvidar lo que sucedió entonces, porque recordar el pasado es una manera de asegurarse de que nunca vuelvan a ocurrir acontecimientos terribles de semejante naturaleza.
Debemos hacer frente a los actos antisemitas con severidad y los derechos de nuestras minorías deben salvaguardarse.
La Unión debe trabajar en favor de la paz y la seguridad dentro de Europa, al igual que trabaja para fomentar la paz y la seguridad en el resto del mundo.
No hay sitio para el antisemitismo en una Unión de la diversidad.
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