El Tesoro de EEUU compara Buenos Aires con Kampala.
Se parece más a El Líbano, porque el Estado entendido como factor de contención social ha sido totalmente desguazado. Los 10 años de Carlos Menem en el Gobierno -que yo llamo la segunda década infame-destruyeron el aparato productivo. Vendimos empresas públicas por 25.000 millones de dólares y gastamos la misma suma para pagar los pasivos de las empresas que vendimos.
Pero la cosa se torció mucho antes, ¿no?
Nunca hubo una sola ley. Siempre hubo una para los privilegiados y otra para el pueblo. Siempre hubo una pelea entre la Argentina oficial, que vivía del eufemismo, y la real, que sufría las consecuencias.
¿Siempre?
En la época del virreinato, cuando los españoles prohibían el libre comercio en el Río de la Plata, Buenos Aires llegó a ser la meca del contrabando. Y los mismos contrabandistas compraban el título de virrey al rey de España para controlar el mercado. “Donativo gracioso”, le llamaban. Así nació la cultura del eufemismo.
¿Los españoles empezaron a corromper el espíritu nacional?
Siempre fue una tierra de saqueo. Ortega y Gasset dijo que de los españoles habíamos heredado la envidia y la soberbia, pero hemos fabricado solos la melancolía y la confusión de lo que somos con lo que queremos ser. Por eso siempre gastamos a cuenta. Por eso a inicios del siglo XX íbamos a París y tirábamos mantequilla a los techos, para demostrar cuánta plata teníamos.
¿El siglo XX resultó ser el peor?
La sangre estuvo muy presente. Yo me pregunto si Argentina fue alguna vez realmente democrática. Y creo que nunca lo fue. Acaso ahora empiece a serlo… Mire, los argentinos tenemos el mito de la mayoría absoluta. Si no estás de acuerdo en todo con el otro, eres un traidor.
Repasemos la historia. Perón.
Contradictorio. Es innegable que fue el estadista argentino del siglo XX. Sentó a la clase obrera a la mesa de la economía. Y eso no había pasado antes. Sí, hizo entrar a los nazis en Argentina, pero a la vez fue el primero en nombrar a un embajador en Israel. El de Perón fue un Gobierno autoritario, pero no dictatorial.
Videla inauguró ese dominio.
Y creo que seguirá hasta que no haya justicia. La dictadura no sólo fue sanguinaria, sino que consolidó el aumento de la deuda más grande de la historia. La deuda empezó a existir en 1825, con el préstamo que se pidió a la casa de finanzas londinense Baring.
El jarabe democrático no ha reparado la salud del país.
Muy pocos han resistido el tamiz democrático. Alfonsín dejó votar a todos, pero excluyó a un tercio de la población de la vida real. Los que antes de él eran obreros, hoy son desocupados que no volverán al circuito productivo. Pero creo que con De la Rúa terminó un periodo de la historia. Se rompió definitivamente, por primera vez, el pacto de credibilidad entre dirigentes y dirigidos.
La gente se ha hartado.
Sí. Aspira a democratizar la democracia. Ha bajado la tolerancia social ante la corrupción. Han surgido partidos vecinales y van desapareciendo los tradicionales. El radicalismo sólo tiene hoy el 2% y el peronismo se ha fragmentado. Está el de Kirchner, el de Duhalde, el de Menem.
Kirchner pinta recto. ¿Es así?
Los argentinos le pedimos a la política lo que no le pedimos a la vida. Nadie le pide a la vida la mujer ideal, la casa idea, el amigo ideal, el perro ideal. Pero queremos tener el presidente ideal. Kirchner es parte de la vieja política argentina. Era un gobernador de provincia, con todos los vicios que eso implica. Yo ya he denunciado un caso de corrupción.
¿Es un mal endémico?
¡Es un problema humano! El primer caso de corrupción, fechado en 1611, fue la venta de cargos públicos en el Cabildo. Desde entonces no hemos parado. Pero lo mínimo que se debe exigir es que, de vez en cuando, sea castigado.
Otro mínimo a exigir es que no mueran niños de hambre.
¡Es muy terrible! Eso sólo cambiará cuando el Estado vuelva a existir. Porque si la gente espera a que se reactive la economía, seguirá muriendo por el camino.
¿Usted a qué Argentina aspira?
A una Argentina más justa, que no duela tanto. Yo no me voy porque no quiero dejarle el país a los hijos de puta. Es más mío que de ellos.