La cancelación a último momento del viaje de Mahmoud Ahmadinejad a América Latina, en medio de la polémica por el encendido discurso anti-israelí del presidente de Irán en la Conferencia de Naciones Unidas contra el Racismo, no oculta la incomodidad que genera en Washington la creciente influencia de Teherán en su patio trasero. En el marco de esta gira, hoy abortada, habría tenido lugar la primera visita del mandatario iraní a su par brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva.
Los vínculos con Caracas y sus aliados
Desde su llegada al poder, en agosto de 2005, Ahmadinejad puso los ojos en América Latina. Fuertemente resistido en los principales centros de poder de Occidente por su discurso negacionista de la Shoah y sus continuas diatribas contra el Estado de Israel, ha privilegiado el establecimiento de relaciones con aquellos gobiernos que se muestran más distantes de Washington. En ese contexto, es posible explicar su autoproclamada “alianza estratégica” con el líder venezolano Hugo Chávez –factótum de la denominada Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA)– y sus socios Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y los hermanos Fidel y Raúl Castro.
“En América Latina, la gente encuentra su seguridad, intereses nacionales y cultura seriamente en peligro por la sombra amenazante de gobiernos extranjeros dominantes, e incluso por las embajadas de algunos imperios”, aseguró el presidente de la República Islámica, en clara alusión a Estados Unidos, durante el discurso pronunciado en septiembre de 2008 ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Los últimos dos años han sido claves en la nueva geopolítica de Teherán, que ha logrado cerrar acuerdos bilaterales con Bolivia, Ecuador y Nicaragua, a partir de la llegada al poder de gobiernos de izquierda en estos países. Estas iniciativas se suman al histórico vínculo de la República Islámica de Irán con el régimen cubano y a la ya citada relación con Venezuela, que profundiza en el plano político su estrecha colaboración en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que data de los años 70.
El rol de Brasil
Más allá del impacto político de los tres viajes de Ahmadinejad a la región y sus fotos con mandatarios latinoamericanos hostiles a Washington, un dato insoslayable es el creciente intercambio comercial con Brasil, la principal potencia subregional. La balanza es ampliamente favorable al país sudamericano, que importó el año pasado apenas 14 millones de dólares desde Irán, al tiempo que sus exportaciones se duplicaron en los últimos cinco años. Las ventas brasileñas pasaron de 870 millones de dólares en 2003 a 1.800 millones en 2007, retrocediendo levemente en 2008 hasta ubicarse en torno a los 1.100 millones. Irán es su sexto mayor comprador y su primer socio comercial en Medio Oriente.
“Irán y Brasil son dos países importantes en el marco de la cooperación Sur-Sur, y Brasil siempre se benefició por esta relación”, señaló el titular de Itamaraty, Celso Amorim, al recibir la visita de su par iraní en marzo de este año. “Los potenciales industriales de ambos países son complementarios”, aseguró, a su turno, el ministro de Relaciones Exteriores iraní Manuchehr Mottaki, quien destacó que para su administración la ampliación de la cooperación económica con Brasil era una prioridad.
Incomodidad argentina
Mientras tanto, las relaciones políticas entre Buenos Aires y Teherán no pasan por su mejor momento. Tras los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, en cuya investigación judicial han quedado fuertemente comprometidos el grupo terrorista Hezbollah y dos diplomáticos iraníes acreditados en nuestro país en la década del 90, Argentina ha congelado sus vínculos diplomáticos con Teherán, que desde 1994 se mantienen al nivel de “encargados de negocios”, con ausencia de embajadores. Como era de esperar, el pedido de extradición de ocho ex funcionarios iraníes, que formuló el juez de la causa AMIA Rodolfo Canicoba Corral en noviembre de 2006 fue ignorado por las autoridades de la República Islámica. Néstor Kirchner volvió sobre el tema durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2007, al asegurar que Irán no había “brindado toda la colaboración requerida”.
Este distanciamiento entre los gobiernos no se traduce hoy necesariamente en las cifras del comercio bilateral, que mostró el año pasado un inesperado crecimiento luego de un lustro en que el intercambio fue prácticamente nulo debido a la “suspensión de las relaciones de cooperación económica” adoptada por Teherán a manera de represalia por las investigaciones de la Justicia argentina. Durante el primer semestre de 2008, nuestro país realizó exportaciones a Irán por un total de 480 millones de dólares, mientras que las importaciones ascendieron a 3,2 millones de dólares, lo que muestra un saldo comercial netamente favorable a la Argentina. En relación con este tema, en una de las últimas entrevistas concedidas a los medios locales, el ex embajador israelí Rafael Eldad lamentó que hubiera “empresas que comercian con Irán como si nada hubiera pasado”.
Cambio de estrategia
“No queremos que Irán se convierta en un factor de violencia en las Américas”, advirtió en su momento Tom Shannon, subsecretario de Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos durante el último tramo de la administración de George W. Bush y flamante embajador designado por Obama en Brasil. La actual secretaria de Estado, Hillary Clinton, también se manifiesta preocupada por los “perturbadores” progresos que Teherán ha hecho en la región, al construir “conexiones económicas y políticas muy fuertes” con países del continente. Sin embargo, en línea con la nueva estrategia de Obama, asegura que su administración implementará una política exterior “pragmática” y explorará las posibilidades de diálogo aun con aquellos gobiernos que en el pasado se han mostrado hostiles a Washington.