Obama:

Fantasías y realidades

Una oleada de entusiasmo centrado en el triunfo electoral de Barack Obama recorre el mundo. No se trata sólo del regocijo popular del ciudadano común y corriente, emocionado por este insólito logro.

Por Alberto Mazor (Desde Israel)

También la inmensa mayoría de los liderazgos políticos que rigen los destinos de pueblos enteros en los cinco continentes ha manifestado expectativas de que un presidente como Obama consiga hacer de la política norteamericana un elemento transformador en sentido profundamente constructivo de muchas de las realidades que hoy ofrecen un panorama de descomposición y malos augurios.
A pesar de que la sensatez aconseja no esperar milagros, sigue, sin embargo, soplando un aire de esperanza y optimismo derivado de la visión fresca, inteligente y aparentemente bienintencionada que caracterizó el perfil de Obama durante su campaña electoral.
Oriente Medio no ha sido una excepción dentro de este panorama de altas expectativas, no obstante que las propuestas al respecto fueron más bien generales y sin detallar demasiado:
* El proyecto nuclear Iraní es un peligro para la paz mundial.
* La retirada paulatina y ordenada de las tropas americanas de Irak a lo largo de los próximos dieciséis meses.
* La concentración del esfuerzo militar en Afganistán donde resurge de manera preocupante el poder talibán.
* El fin del conflicto árabe-israelí pasa por la fórmula de dos Estados para dos pueblos, seguridad, cese del terror, fronteras fijas, acuerdos sobre Jerusalén, retirada de territorios ocupados y solución al problema de los refugiados palestinos. Una mezcla bastante confusa de la propuesta de la Liga Árabe, la Iniciativa de Ginebra, el Plan Clinton y las resoluciones de la Cumbre de Annápolis.
El futuro presidente de EE.UU ha indicado que continuará comprometido con las negociaciones palestino-israelíes y sirio-israelíes, pero la eficacia de tal mediación tendrá que ver, sin duda, con el grado de compromiso que muestre y con la presión y la habilidad que logre desplegar para neutralizar los bloqueos provenientes de los elementos radicales-fundamentalistas que actúan dentro de esas dinámicas, tanto en la parte árabe como en la que corresponde a Israel.

LOS EEUU MIRAN AL EXTERIOR

En este contexto, resulta de primera importancia el trato que le decida dar a Irán, ya que siendo éste el principal factor que nutre a Hamás y Hezbollah, eternos saboteadores de los esfuerzos de pacificación, la nueva administración deberá tener como prioridad el diseño de una política hacia Teherán que logre combinar la táctica del "palo y la zanahoria" de una manera mucho más eficaz que la que caracterizó a la gestión de Bush en la Casa Blanca.
Por supuesto, por ahora sólo existen bosquejos y presunciones de cómo podría ser la aproximación de Obama a los mencionados escenarios que en estos tiempos son especialmente inestables.
Realidades como la caída vertiginosa de los precios del petróleo que de manera tan directa impacta a la economía iraní y a su consecuente capacidad de resistir las sanciones, o la celebración de las próximas elecciones generales en Israel e Irán, son factores que determinarán el tipo de política que desarrolle al respecto el nuevo gobierno de Washington.
Por lo tanto, resulta prematuro emitir un juicio acerca de las posibilidades de Obama de generar un cambio benéfico que acerque a los pueblos de esta región a la paz.
Sin embargo, se le puede reconocer que ha empezado a rodearse de asesores y funcionarios poseedores de gran experiencia en el manejo de estos temas gracias a su participación activa en asuntos del Oriente Medio, sobre todo durante la administración del presidente Bill Clinton. Tanto la nominación de Rahm Emanuel como Jefe de Gabinete de la Casa Blanca y la posibilidad de que expertos como Dennis Ross y Martin Indyk vuelvan a accionar en la región, dan la pauta de sus intenciones.  
Esa incorporación de personal altamente calificado es sin duda una buena señal, aunque, por supuesto, hay que ser cautelosos: un nivel demasiado elevado de expectativas corre el riesgo de ser la semilla de grandes decepciones, más aún cuando las realidades de las que se parte están hoy cargadas de tan sombrías perspectivas.
En conclusión; dentro de lo que se refiere a Oriente Medio en general, y al conflicto árabe-israelí en particular, Barack Obama tendrá mucho que accionar para demostrar que sí se puede.