De vaciamiento y vaciadores

En América Latina la democracia emergió después que dictaduras criminales hicieran el trabajo sucio de los asesinatos masivos con una adscripción de intensidad variable al Consenso de Washington y sus políticas económicas depredadoras. Sucedieron a gobiernos contestatarios también de graduación variable como los de Salvador Allende, Juan Velazco Alvarado, José María Velasco Ibarra, Juan Perón, Joao Goulart, Juan José Torres, entre otros. El detalle es meramente enunciativo y con cronologías temporales discontinuas. El retorno al sistema periódico de elecciones se concretó con varias premisas homogéneas: aceptación de las políticas neoliberales, castración de los movimientos políticos populares, deuda externa enorme como disciplinadora de cualquier intento de esquivar el “destino manifiesto”. Las democracias emergieron con el Caballo de Troya en su interior.

Por Hugo Presman

Bajo gobiernos democráticos se consumó la aplicación del fundamentalismo del mercado, siguiendo sus lineamientos básicos: desmantelamiento del Estado, apertura económica amplia, desregulación, privatizaciones, cesión de los recursos básicos, des -industrialización, concentración económica, demolición de la legislación laboral, distribución regresiva del ingreso, incremento sideral de los índices de desocupación, pauperización, fragmentación social, exclusión, indigencia, hambre.
Argentina fue el país más desarrollado e integrado socialmente de América Latina hasta mediados de la década de los setenta. Seguramente eso fue el motivo por el cual hubo que emplear una destrucción criminal superlativa en una primera etapa, y la aplicación posterior de un fundamentalismo económico neoliberal único en el mundo.
Brasil transitó las mismas etapas pero salvó buena parte de su estructura industrial y sus privatizaciones no llegaron a Petrobras, aunque sus desigualdades se profundizaron. Chile excluyó de la fiebre privatizadora a su principal recurso el cobre. Uruguay no pudo avanzar en materia del juzgamiento de su pasado pero mantuvo a salvo a sus empresas estatales. México no privatizó su empresa estatal de petróleo.
Bolivia, Perú, Ecuador, tuvieron comportamientos similares a la Argentina, y padecen consecuencias parecidas.
El remedio aplicado ha dejado herido gravemente, o en estado vegetativo, al enfermo. Según la cantidad de las dosis ingeridas se puede diagnosticar la profundidad del deterioro.
Hay “médicos” internacionales y testaferros locales que sugieren que superada esta etapa, el remedio actúa dejando robusto y sano al paciente. Exigen seguir con la terapia que llaman “reformas estructurales”
Otros médicos se alejan tibiamente de la farmacopea sugerida y observan que el enfermo se recupera incipientemente. También comprueban que hay vastas zonas del organismo muy deterioradas, difíciles de recuperar o tal vez definitivamente perdidas.
Muchos de estos médicos están domesticados por sus experiencias del pasado y caen en un pragmatismo que reduce todo a lo posible, apenas unos centímetros delante de lo que existe.

Argentina: democracia vaciada.

La democracia como bien lo sostiene el escritor José Pablo Feinmann pretende incluir. Pero la economía excluye. “Al excluir erosiona la democracia. Si el mercado no es para todos, la democracia tampoco. No puede haber una democracia para los que el mercado concentra y para los que el mercado excluye. Torpe, cruel y estúpidamente, el neoliberalismo recurre al Estado y sus instituciones represivas para “integrar” a los excluidos por la economía. Los integra en las cárceles y en los manicomios. O los mata en guerras de conquista. O los mata una policía servil, de gatillo fácil y moral… ya que es fácil comprarla.
En suma: la democracia está condenada en nuestros países. La posibilidad de vivir en democracia tiene que empezar por una reforma de la economía. No habrá democracia en la periferia sin una sensible reforma del sistema de distribución de la riqueza”.
Los números son incontrastables: La renta ‘per cápita’ en el 2004 es igual a la de 1974; alrededor de 4.000 dólares por persona. Lo que ha cambiado es cómo se distribuye el ingreso.
Mientras que en 1974 los asalariados participaban en la renta nacional en un 46%, en el 2004 los trabajadores lo hacen en apenas un 18%.
La concentración es simplemente impresionante. De las 500 mayores empresas del país, las extranjeras implican el 63%. Concentran el 78% del valor de la producción y el 93% de las utilidades.
Este panorama ha sido posible de concretar con miles de muertos y millones de votos.
Esa complicidad de los partidos políticos con las políticas neoliberales ha producido el estallido de las representaciones y sus representantes.
El ensayista Alejandro Horowicz lo expresa con claridad: “No hay que ser ningún genio de la teoría política para comprender que el partido radical o el partido peronista posterior a 1983 tienen contactos muy peculiares, muy pobres, con el radicalismo y el peronismo anteriores a esa fecha. No se está eligiendo enfrentar conservadoramente una cuestión sino que se está eligiendo no enfrentar de ningún modo el problema. Y eso desde el punto de vista de las ciencias sociales, es inaceptable. Dicho de otra manera, por debajo de un cierto nivel no se es ni de derecha ni de izquierda, se es bruto simplemente”.
El estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001 implicó un punto de inflexión de ésta situación que ha sido recogido en un cambio significativo del discurso dominante y en algunos hechos importantes. Pero el peso de la destrucción y de las prácticas de pillaje y corrupción que abarca cada centímetro de la superficie social sobrevive a los idus de diciembre. “El secreto del que se vayan todos y el 2001, dice Horowicz, es que no es una mayoría sino un sector dinámico de la sociedad argentina demasiado pequeño y pobre por la distribución del capital simbólico. A esta debilidad responde Kirchner que expresa una oxigenación incidental construida por Duhalde. Ahora bien ¿es Kirchner el que tiene que alentar y construir otra vez, de arriba abajo, el sistema político, o lo tiene que hacer la sociedad civil? La sociedad civil no lo hace. Y algo que es inexistente no puede existir porque un presidente lo determine. El sistema político argentino tiene una tragedia y es que el peronismo es el único partido moderno. El radicalismo es un partido del siglo XIX con la lógica del siglo XX y el horizonte del siglo XIX. Son restos arcaicos de la vieja sociedad, es una sobrevivencia de la enorme presencia agraria, de la vida de los pequeños pueblos de las provincias agrarias. Casi como si se dijera: quienes expresan el que se vayan todos no saben adónde ir”.

El pragmatismo del “no se puede”

Los gobiernos de centro izquierda que han ido surgiendo como respuesta al desprestigio de la destrucción neoliberal adoptan un discurso de mayor dignidad pero los hechos caminan a distancia de los enunciados.
Lula se siente más inclinado a la adopción de políticas ortodoxas que le dan respetabilidad internacional pero lo alejan de su promesa de darle a cada brasilero tres comidas diarias. Frei Betto, figura de la Teología de la Liberación, asesor en temas sociales del presidente, lo expresa críticamente: “¿Cuál es el proyecto Brasil del gobierno de Lula? En la economía no hay lugar para dudas: equilibrio fiscal, contener la inflación, atraer capital extranjero, reducir la deuda interna y externa, aumentar las exportaciones y reducir las importaciones, ampliar las reservas y la capacidad de inversión. La meta es positiva, el método discutible, pues infla los intereses, reduce el crédito, estimula la especulación y asfixia la producción. Una difícil ecuación: promover el desarrollo social mediante una política neoliberal que favorece al capital y castiga al trabajo”.
Tabaré Vázquez parece encaminarse por los mismos senderos.
Néstor Kirchner disfruta de índices macroeconómicos reconfortantes que no se condicen con los sociales.
Desaprovecha una oportunidad histórica y se aferra a los efectos positivos sin solucionar los negativos de decisiones que no produjo. Critica ácida y justamente a la década del noventa, pero no modifica la matriz de distribución ni establece las bases de un nuevo modelo que se aleje de la desindustrialización, de la distribución del ingreso dirimida por el mercado, de la fatídica y falaz teoría del derrame. Sin reconstruir el estado y aunar efectivamente las fuerzas de los gobiernos con intenciones similares, la magnitud de las catástrofes heredadas terminan ahogando a los gobiernos de centro izquierda y minando sus bases de sustentación.
Distinto es por ahora la experiencia que encabeza Hugo Chávez que tiene una oportunidad inmejorable con la enorme renta petrolera. Pero seguramente muchos de sus admiradores de las izquierdas bullangueras de otros países latinoamericanos se transformarían en críticos si estuvieran en Venezuela. Son los eternos admiradores de transformaciones lejanas. Cuando conviven con ellas, no soportan que la historia mezcle el oro con el barro.
El ex senador José “Pepe” Mujica y actual ministro, una especie de Arturo Jauretche uruguayo, ha afirmado: “En los setenta queríamos cambiar el mundo, ahora queremos pavimentar algunas calles”.
José Pablo Feinmann recoge la frase de Mujica y la potencia: “Y el que no entienda que hoy, en ésta América Latina hundida en el hambre por la alianza entre los financistas internacionales y los corruptos de cada uno de nuestros países, que esta consigna es hondamente revolucionaria, que se haga a un lado por un tiempito y empiece a pensar de nuevo”.
Creo que hay que pavimentar pero la frase es inútilmente grandilocuente. El que sólo se proponga arreglar las calles, posiblemente ni eso pueda hacer. Hay que convocar a los pueblos a cruzada épicas como la lucha contra el analfabetismo, contra el hambre y la desnutrición que se pueden terminar, como máximo, en seis meses, por la educación sexual generalizada, por planes de construcción de viviendas y escuelas autogestionadas, mientras se pavimenta, se levantan hospitales, se moviliza a los estudiantes de los últimos años de medicina de todo el país y a los médicos sin trabajo a emprender campañas de prevención y vacunación
El ex Presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, mentor de la teoría de la dependencia en los setenta, dice ahora desde posiciones conservadoras: “El líder sindical que en estas condiciones llega a la cima de la pirámide social o del poder no carga consigo a su clase. Uno u otro incluso se olvida de ella. Por eso cambia tan a gusto de traje: el cambio de traje corresponde a un cambio de sentimiento. Siguen siendo “compañeros”, pero ahora los compañeros lo son todos, desde patrones a jefes de Estado de otros países. Y el llamado a la solidaridad con los ‘trabajadores’ o la ‘clase obrera’ se sustituye poco a poco por el llamado a los ricos para que ‘vean’ a los pobres”.
La política consiste en perforar fuerzas y situaciones objetivas, sin adelantarse tanto como para convertirse en una patrulla perdida.
Distinto es ser poseedor de un discurso pirotécnico en la oposición para llegado al poder descubrir ingenuamente que los cambios no se obtienen si no se acumula fuerzas para hacer retroceder y derrotar a las del adversario.
Con el estallido de los partidos políticos, no hay posibilidad de recrear nuevas formas de representación y poder sin la convocatoria a la movilización y organización popular.
A partir de ahí, la distribución de fuerzas determinará la profundidad de las reformas a realizar.
En frío, con la gente en las tribunas, es un partido con derrota previsible. Pero a diferencia del fútbol, en la política los jugadores quieren jugar a puertas cerradas. Sólo convocan a la hinchada para aplaudir.

Vaciamiento y vaciadores

No es posible caer en el trágico error de los setenta de despreciar, incluso, la cáscara de la democracia.
Hay que crear las condiciones para llenarla de contenido. Con una economía inclusiva, la democracia será incluyente.
Si esto no sucede, José Pablo Feinmann acierta al anticipar que es la democracia la “que se esfuma, yéndose sin remedio”.
Y seguramente que se puede avanzar mucho más allá que lo que proponen Lula, Tabaré y Kirchner.
Acerca de éste último, Horowicz sostiene después de describir los cuatro peronismos:
El primero: “el histórico”
El segundo: de la resistencia y la proscripción
El tercero: el setentista del “luche y vuelve” y la revolución
El cuarto: sin Perón que empezaba en Isabel y López Rega y continuaba en Luder y Herminio
Kirchner es “letra del tercer peronismo con música del cuarto”.
Parafraseando a Horowicz se podría decir que la derecha fue siempre la música de Videla y la letra del dúo Martínez de Hoz-Cavallo.
¿Y la izquierda?, la izquierda bullanguera no ha superado las canciones del jardín de infantes con la música de las Trillizas de Oro.