Argentina e Israel:

Ilusiones de principios de siglo

Bueno, al fin no todas son malas noticias. Parece que tanto en esta Argentina como en Israel comienzan a insinuarse nuevos vientos. En Argentina, un país que atravesó prácticamente la cuerda de su disolución nacional, la figura del flamante presidente Néstor Kirchner está trayendo una aparente reconversión de la política quien está tratando de ubicarla junto a la gente. Sus primeras acciones están demostrando que muchos de los temas que afectan al país -como el secreto de Estado con el que consideraba Toma y Duhalde las investigaciones realizadas por la SIDE en la Causa AMIA (que acaba de levantarse a 11 días de haber asumido el nuevo gobierno), o los paros docentes en las provincias de Entre Ríos o San Juan- son temas de resolución política y no técnica, de decisión tomada por hombres que manifiestan que quieren resolver los graves problemas que aquejan al país y se dicen alejados de los negros agujeros morales heredados del menemismo y la Alianza.

Por Guillermo Lipis

Kirchner se afirmó en una generación setentista a la que parece nunca haber renunciado. Donde pudo repitió hasta el cansancio la herencia de aquella época como el sustento empírico de su gobierno: solidaridad, ideología apoyada en lo social, el bien común y utopías, esas que ayudan a tener ganas de creer y tener ilusiones.
Hay que acompañarlo, merece la chance, y recordarle -si es necesario- qué se espera de él y de su gobierno.
Entre esas ilusiones de principios de siglo también aparece, en Israel, un Sharón paloma que está asombrando a propios y extraños.
De la mano de Bush -el nuevo poder hegemónico ahora con tierra propia en Medio Oriente- y acompañado por el primero ministro palestino, Abu Mazen, están ante la oportunidad histórica de despegar la región de la intolerancia y la muerte.
El bebé recién está dando sus primeros pasos de la mano del “Mapa de Rutas”. Ha nacido -y esperemos que para imponerse- sobre la sangre derramada de muchos israelíes y palestinos, sobre intifadas y asentamientos ilegales, sobre mesiánicos de ambos bandos que sólo, ven en su ceguera, una tierra de despojos mal imaginándola como de uvas y miel. Nada bueno se construye sobre une cementerio.
Ni sobre el cementerio de los desclasados, aquí en Argentina, ni sobre territorios ajenos o muertes absolutamente inútiles en nombre de supremos intereses. Nada es más supremo que la vida humana. Y sobre ella y sus ilusiones debemos construir sociedades mejores, en paz y solidarias.
Tal vez, estemos ante las primeras ilusiones de este nuevo siglo, y eso ya es esperanzador.
Habrá que ver cómo las imaginamos y las recorremos en ambas orillas del mundo.•