Kirchner se afirmó en una generación setentista a la que parece nunca haber renunciado. Donde pudo repitió hasta el cansancio la herencia de aquella época como el sustento empírico de su gobierno: solidaridad, ideología apoyada en lo social, el bien común y utopías, esas que ayudan a tener ganas de creer y tener ilusiones.
Hay que acompañarlo, merece la chance, y recordarle -si es necesario- qué se espera de él y de su gobierno.
Entre esas ilusiones de principios de siglo también aparece, en Israel, un Sharón paloma que está asombrando a propios y extraños.
De la mano de Bush -el nuevo poder hegemónico ahora con tierra propia en Medio Oriente- y acompañado por el primero ministro palestino, Abu Mazen, están ante la oportunidad histórica de despegar la región de la intolerancia y la muerte.
El bebé recién está dando sus primeros pasos de la mano del “Mapa de Rutas”. Ha nacido -y esperemos que para imponerse- sobre la sangre derramada de muchos israelíes y palestinos, sobre intifadas y asentamientos ilegales, sobre mesiánicos de ambos bandos que sólo, ven en su ceguera, una tierra de despojos mal imaginándola como de uvas y miel. Nada bueno se construye sobre une cementerio.
Ni sobre el cementerio de los desclasados, aquí en Argentina, ni sobre territorios ajenos o muertes absolutamente inútiles en nombre de supremos intereses. Nada es más supremo que la vida humana. Y sobre ella y sus ilusiones debemos construir sociedades mejores, en paz y solidarias.
Tal vez, estemos ante las primeras ilusiones de este nuevo siglo, y eso ya es esperanzador.
Habrá que ver cómo las imaginamos y las recorremos en ambas orillas del mundo.•
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