(ANC/UTPBA) Sus frentes están frías, sus rostros guardan una extrema palidez, pero sus ojos nos miran. Son los periodistas desaparecidos. Los que fueron nuestros amigos, los que en las redacciones escribían noche y día. Además de la crónica diaria, el manifiesto, el volante, la declaración, la crítica.
Querían a la república, volvían a los sueños de Mariano Moreno. Una república de libres e iguales. No dormían por discutir, no querían aceptar un país de militares y capitalistas del lujo y la humillación. Eran hombres y mujeres que andaban solos por las calles con sus sueños y sus proyectos.
Las redacciones iban poco a poco mostrando sus huecos. Allá el escritorio vacío de Susana, la bella revolucionaria, aquí, el de Enrique, el planificador, el rebelde. Iban quedando solo los recuerdos de aquellos otros días, después de la salida del diario, en el bodegón donde todo eran risas y anécdotas de la vida diaria. Nos quedaron sus voces, sus ideas, sus discusiones, su increíble valentía de volver al lugar donde los estaban esperando los alcahuetes de civil que los iban a entregar a los verdugos de uniforme.
Clarisa, Rodolfo, el Paco, sus nombres fueron cambiando, ahora seguían la lucha desde sus refugios. Ya no vimos ni sus ojos, ni sus sonrisas, leíamos sus letras de luchadores latinoamericanos. Los mataron los delegados uniformados del poder injusto. Almirantes, brigadieres, generales con sus galones de mucamos.
Los alcahuetes de siglos con sus permanentes torturas, cárceles, tiros en la nuca. Las peores y las mejores del género humano. Estos últimos, los primeros en tirar la piedra contra el cristal de la codicia para que entre el sagrado aire de la libertad y la dignidad.
Los uniformes trajeron la muerte y nos dejaron esta muerte actual. Nos dejaron en mano de los políticos corruptos de la obediencia debida y punto final. Obediencia debida, nosotros seguiremos creyendo en la rebeldía debida y llevaremos flores a nuestros héroes de la palabra.
Durante siglos los revolucionarios fueron perseguidos con la crucifixión, el descuartizamiento, la hoguera, la horca, la silla eléctrica, el fusilamiento, la desaparición. Los mercenarios de la represión están vivos entre nosotros, en los balcones de sus casas. Se dice que Suárez Mason no duerme desde hace 5.567 días, que Massera juega todas las noches a los dados hasta el amanecer. Tira esos dados contra la mesa cada vez con más fuerza, para apagar gritos en su conciencia, pero cada vez más los dados al golpear se transforman en ruido de huesos humanos de los sepulcros construidos por él, y Videla elige un pasillo por el cual repite un millón y medio de veces por día: – no están ni vivos ni muertos, están desaparecidos.
Cuando visitamos redacciones estamos orgullosos, allí lucharon los periodistas libres y soñadores. Nuestros compañeros, nuestros amigos para siempre, nuestros ejemplos vivos. Jóvenes plenos, libres, nuestros héroes rebeldes. Los amamos cada vez más. Los admiramos cada vez más.
Gracias, queridos compañeros. Muy pronto, vuestros hermosos rostros estarán en cuadros en las redacciones de una república justa».
Notas Relacionadas
14/07/2005 Telleldín con visitas prohibidas en la cárcel
29/06/2010 Shalit será liberado sólo a cambio de presos palestinos
18/07/2006 «La investigación sigue estancada»