La renuncia de Karamé supone un nuevo golpe para Siria, cuyo Presidente, Bashar al Asad, negó el involucramiento de su país en el asesinato de Hariri, ya que eso habría sido «un suicidio político», afirmó.
Asad confirmó que, técnicamente, las tropas sirias estarán en condiciones de abandonar El Líbano a finales de año, pero que una decisión de este tipo sólo se tomará si Siria recibe «garantías» de que no va a ser atacada por Israel.
Mientras tanto, el Gobierno israelí inició una campaña internacional, centrada en los países de la Unión Europea (UE) y en los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, para denunciar el apoyo de Siria a los grupos armados palestinos y, en concreto, su participación en el atentado del pasado viernes 25 de febrero en Tel-Aviv, en el que murieron cinco israelíes.
«Es vital que la comunidad internacional presione a los países que patrocinan el terror. Estos grupos dañan el proceso de paz», dijo el director general del Ministerio de Defensa, Rons Proshor.
Funcionarios del Ministerio de Defensa, de Exteriores y de los servicios de espionaje israelí convocaron -en Jerusalem- a los embajadores de los países de la UE y a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para presentarles pruebas del involucramiento sirio en el atentado del viernes último.
Fue así que divulgaron el contenido de una supuesta conversación en la que un activista de la Yihad Islámica en Damasco ordena a un palestino atentar en Israel.
Estados Unidos también puso lo suyo contra Siria. El informe anual sobre Derechos Humanos del Departamento de Estado acusó al Gobierno de Damasco de cometer «numerosos y serios abusos» durante el 2004, acusación que hizo extensiva al régimen iraní. El documento denuncia que los servicios de seguridad sirios torturan «con frecuencia» a los detenidos y acusa a las autoridades de discriminar a la minoría kurda.
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