Cromañón y las salidas de emergencia

Ya es un lugar común asimilar República Cromañón a República Argentina. El lugar común, decía José Ortega y Gasset, es el tranvía del transporte intelectual. El medio más barato y muchas veces equivocado de transitar por el pensamiento. Desarrollemos este reciente lugar común:

Por Hugo Presman

La democracia llegó como consecuencia de tres Cromañones: Cromañón económico, Cromañón bélico y Cromañón de la violación de todos los Derechos Humanos. También es justo decirlo, por bolsones argentinos de resistencia.
La orquesta de Alfonsín empezó con buena música y letra adecuada. Después se sacrificó a la primera guitarra Bernardo Grinspun y empezaron a llegar el Cromañón de la economía de guerra y los Cromañones de la obediencia debida y el punto final.
La banda empezó a desafinar, la letra empezó a inclinarse vergonzosamente hacia el discurso único y los Chabanes que aplaudían terminaron destripando el Estado y expulsaron a Alfonsín y sus músicos con un golpe de mercado. Estalló el modelo de sustitución de importaciones y llegó el Cromañón de la hiperinflación.
Montado sobre ese Cromañón llegó la banda de Menem. Cuando se incorporó el bandoneonísta Domingo Cavallo la fiesta comenzó. ¿Como olvidar esa fiesta? Las bengalas iluminaban el cielo. La gente saltaba entusiasmada. En los sectores VIP de Cromañón y en las populares se alzaban champagne y electrodomésticos. Los sectores medios se quedaban afónicos del orgullo de tener un Cromañón del Primer Mundo.
Se incendiaba la media sombra pero se la confundía con los fuegos artificiales de la fiesta. Como las bengalas iluminaban el cielo no se veía a los compatriotas que quedaban fuera del mercado y de la sociedad.
Se decía “Cromañón que no puede competir Cromañón que cierra”. El fuego que atizaba la convertibilidad se vendía como la calefacción de la prosperidad. Inútiles resultaban los gritos de los pocos que alertaban sobre la necesidad de salidas de emergencias.
La Alianza ni siquiera llegó a configurar una banda. Fue la armada Brancaleone y el solista Fernando de la Rúa no conocía la letra ni la música. O mejor dicho, solo sabía una letra muy precaria que repetía monótonamente: “Conmigo un peso es igual a un dólar”. Y pensaba ingenuamente que eso era una buena noticia.
Los Chabanes se llevaban los depósitos al exterior y muchos legisladores cometeados por el poder económico y por lo tanto rehenes de los mismos dictaban una ley de intangibilidad de los depósitos, después que durante una década autorizaron la entrega de los activos tangibles. Habilitaron la entrega y el despojo como años después unos funcionarios menores como los inspectores extendieron el bill de impunidad al Cromañón concreto.
No había mangueras, bomberos, matafuegos, aviones hidrantes para apagar el estallido del Cromañón convertible. En una semana se llevó a cinco émulos de Ibarra. En la calle del Cromañón nacional se encontraron las víctimas del hambre y los esquilmados en sus ahorros y/ o inversiones.
Vino el Cromañón del default y el de la devaluación. Las salidas de emergencia estaban clausuradas y los médicos que operaban el cadáver del país en ruinas lo hicieron con cuchillos en lugar de bisturí y sin dormir al paciente porque ni anestesia había. El cantor Eduardo Duhalde, en el momento de máxima confusión optó por la música litúrgica.
En el concurso de bandas del 27 de abril ganó el posicionado segundo porque el jefe de la banda ganadora, inspirador del Cromañón mayor huyó.
Llegó la banda musical sureña apoyada en la música litúrgica bonaerense.
El cantante Kirchner recogió la música y la letra que salía de los pies marchando al unísono y sedujo como Callejeros a sus fans.
Enfrentó el Cromañón de la deuda y de los Derechos Humanos. Alineó su guitarra en la línea de las letras de protesta. Se peleó con algunos Chabanes y apoyó a otros. Pero a medida que pasa el tiempo la letra y la música se distancian.
En sus espectáculos, como en los de ‘Callejeros’ hay mucho fuego de artificio. En un país arrasado que se ha reactivado en muchos sectores, sin cambiar el modelo de distribución, los Chabanes siguen ganando.
Como en los mejores tiempos. Y la incorporación de los sectores adeptos a los géneros musicales como la cumbia y los pibes chorros es excesivamente lento. La continuidad de la reactivación está sujeta a los mismos azares fortuitos que convergieron en Cromañón. No es solamente a ‘República Cromañón’ que le faltan salidas de emergencias: es al país.
El país, el Cromañón nacional es muy complejo. La sensibilidad social se exterioriza en conductas de difícil evaluación. La muerte de Axel Blumberg galvanizó a sectores importantes de la población. En tres marchas reunió a más de trescientos cincuenta mil personas. Los 192 muertos del Cromañón real, convocó a movilizaciones de ocho, diez o doce mil personas. Teniendo en cuenta que en la disco había entre cuatro y seis mil personas, según diferentes fuentes y apreciaciones, los que se movilizan son los sobrevivientes y los familiares de las víctimas. Los millones que quedaron excluidos y marginados no han logrado conmover a los que se salvaron del incendio.
La ceguera es incapaz de percibir que millones de marginados son bengalas arrojadas contra la justicia, la dignidad y la propia seguridad de los incluidos. Cada vida es valiosa por si misma y no deben evaluarse en función de la cantidad de las víctimas de las tragedias. Pero parece aquí reproducirse un viejo razonamiento degradante: algunas muertes son un drama, cientos pueden llegar a ser una conmoción, millones una mera estadística.
A pesar de una nueva y meritoria Corte Suprema de Justicia, el humo de la huata sigue cubriendo a los estamentos judiciales y sociales. Y sobre la sociedad se ha dispersado un tizne de sarcasmo si bajo la intención de mejorar la legislación, los que devastaron el país quedan definitivamente a resguardo para una justicia que convierte en cenizas todo intento de equidad.
No sólo a Cromañón la faltan salidas de emergencia.