Tras haber anunciado el viernes 16 de mayo su disposición a aceptar las medidas incluídas en el “Mapa de Rutas”, Sharón dedicó el sábado 17 a convencer a algunos de los ministros de su gabinete -como el ex Premier Benjamin Netanyahu- a abstenerse y no votar en contra, lo que acarrearía una crisis gubernamental y un inmediato choque con los Estados Unidos.
El domingo 18 de mayo por la mañana, mientras viajaban hacia la casa de gobierno en Jerusalem, los ministros que durante décadas se criaron en la escuela de derecha israelí, y que apoyaron el levantamiento de colonias israelíes a lo largo de la Cijsordania y Gaza para tratar de evitar la creación del Estado palestino, leían el dramático titular del diario israelí Iediot Ajronot, en el que iel Sharón afirmaba que “llegó el momento de dividir esta tierra entre Israel y los palestinos”.
Los ministros se acercaban a la Capital israelí, mientras escuchaban en la radio las declaraciones de Sharón que agregaba que “nadie conoce mejor que yo cada tramo de territorio que deberemos abandonar. Pero hoy debemos ser realistas”, reforzando su planteo en la afirmación que “La crisis económica se solucionará sólo cuando logremos resolver el conflicto con los palestinos”.
Después de comenzada la sesión de gobierno, quedó en claro que si bien los Estados Unidos habrían expresado su intención de “tomar en cuenta las reservas israelíes frente al “Mapa de Rutas”, no se habrían comprometido a incluir las mismas en su plataforma de paz.
Estas reservas incluyen, por ejemplo la negativa israelí al derecho al retorno de los refugiados palestinos a Israel, la exigencia de cambios en el sistema educativo palestino y la completa destrucción de la infraestructura terrorista antes de pasar a las concesiones israelíes.
No por casualidad, varios ministros del ultraderechista “Unión Nacional-Patria Nuestra” definieron la propuesta como una “capilutación” israelí. El ministro Uzi Landau, el más ilustrado ideólogo de los ministros del partido gobernante, definió al “Mapa de Rutas” como “más peligroso que Oslo, refiriéndose a los acuerdos firmados por Rabin y Arafat en setiembre de 1993.
Sin embargo, a mediados de la mañana, cuando aún no se habían expresado la mayoría de los ministros, desde las salas de la Bolsa de valores de Tel Aviv llegaba la más clara comprobación de la fórmula “La paz es buena para la economía” dado que se había registrado un aumento sin precedentes (superior al 7% en las acciones cotizantes) junto a otra suba de la moneda local frente al dólar y el Euro.
Quizás este mensaje fue el que llevó al ministro de Finanzas, Benjamin Netanyahu, acérrimo enemigo del Estado palestino y crítico de Sharón por su “mano blanda”, a abstenerse y no oponerse al “Mapa de Rutas” que también él considera como “un error peligroso para la seguridad de Israel”.
Quienes otorgaron a Sharón la mayoría a favor del apoyo de la propuesta de paz fueron los 5 ministros de Shinui, el partido de centro liderado por el ex periodista Iosef (Tomi) Lapid. Camino a la reunión de gobierno, Lapid resumió su pragmática posición: “Es imposible seguir llamando a ciudadanos israelíes a servir en la reserva en Gaza y Cisjordania, sin poder mirarlos a los ojos y asegurarles que se hizo todo lo posible para que no deban hacerlo”.
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