El nombramiento correspondía de hecho al Presidente de la República, pero Berlusconi se saltó el trámite, y se daba por hecho desde hace días porque Fini aspiraba a la cartera.
Líder de la neofascista Alianza Nacional (AN), Fini, de 52 años, es el cuarto responsable de la diplomacia italiana desde que Berlusconi regresó al poder en 2001.
Reemplaza a Franco Frattini, quien como titular de Función Pública redactó el año pasado la Ley que hizo compatibles los negocios del Primer Ministro con su cargo.
Frattini fue designado comisario europeo de Justicia, Libertad y Seguridad, tras la impugnación que hiciera el Parlamento Europeo al candidato anterior, Rocco Buttiglione.
Aún Ministro para Cuestiones Europeas, Buttiglione hizo desafortunadas declaraciones sobre la homosexualidad y la mujer.
Para llegar a la cartera de Exteriores, Fini debió abjurar de su pasado fascista, y viajar a Israel, en donde tenía prohibida la entrada, para rendir tributo a las víctimas del Holocausto.
Paradojas del destino, a Fini le toca ser ahora inquilino del Palacio de la Farnesina, sede del Ministerio de Exteriores y concebido y construido en su día como sede del Partido Fascista de Benito Mussolini.
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