¿Filosionista?
Esa es la impresión que tiene la gente que me conoce desde hace años. Pero el editor en castellano, que no tiene un juicio previo sobre mí, me ha dicho que el libro es ponderado. Yo he intentado hacer un análisis clínico del problema.
Le pregunto por los sentimientos, no por los intentos.
Sin antecedentes familiares ni relación con el judaísmo, en la segunda mitad de los años 60 comencé a interesarme por el fenómeno Israel. Descubrí el proceso Eichmann, empecé a leer y fui tirando del hilo.
Tejió una pasión intelectual.
¡No vi a un judío de carne y hueso hasta la universidad! Y mi primer viaje a Israel fue en los años ´80. Yo diría que me impactó la resurrección de una nación después de 2.000 años, contra todo pronóstico.
Herzl lo tenía clarísimo.
Cuando Herzl escribió ‘El Estado de los judíos’ y pidió a los judíos europeos que subieran a un barco y se fueran a Palestina, los propios judíos le tomaron por loco.
Igual aquello era un error.
Lo que transformó esa idea delirante en una posibilidad plausible y, finalmente, en una realidad fue el antisemitismo europeo, que comenzó con el caso Dreyfus y acabó con Hitler. Europa es la culpable de que Israel exista. Al principio aquello era un horno lleno de microbios…
También había árabes palestinos.
Hasta 1948 todas las adquisiciones de tierra palestina fueron pagadas a tocateja, pero con la cristalización del Estado comenzó el conflicto. La idea impoluta se empezó a ensuciar cuando se materializó.
Era previsible, ¿no cree?
El sociólogo Von Gumplowitz le escribió a Herzl: «¿Quiere fundar un Estado sin derramamiento de sangre, sin emplear la fuerza ni la astucia, sólo vendiendo y comprando acciones? ¿Dónde se ha visto eso?».
Esa es la pregunta.
La ONU votó la partición de Palestina en dos estados, y los árabes no la aceptaron. Fueron a una guerra, que perdieron, y se quedaron con el 20% del territorio. Sobre ese 20% -Cisjordania y Gaza- no se realizó la creación de un Estado palestino. ¿Qué reclaman hoy los palestinos más atinados? ¡Lo que tenían hasta 1967!
Crucial año 1967.
Israel dejó de ser David y se transformó en Goliat. Ocupó todo el territorio palestino. Y en los años 90 ya se produjo el desastre total. Descarriló el proceso de paz.
Misil contra piedra. Es asimétrico.
Siempre hubo asimetría. En los años ´40 los israelíes tenían unas estructuras casi parlamentarias, mientras que los palestinos se movían por lógicas de lealtad de clan. El socialdemócrata Ben Gurión frente al muftí. Eso explica el pragmatismo de unos y la falta de pragmatismo de los otros. Hoy en Israel hay una intelectualidad hipercrítica con su sistema, cosa que me temo que no ocurre en el lado palestino.
Una voz crítica es la de Amos Oz, y defiende el muro.
Amos Oz dice que el problema del muro es su trazado. Si pasara por los límites de la guerra de los Seis Días, lo aprobaría como una medida temporal de protección de los suicidas.
Los israelíes consienten acciones que no querrían sufrir.
Si se conoce la historia judía y su impacto psicológico, se puede entender su miedo a la liquidación física. Es el llamado ‘síndrome de Masada’. Israel es una comunidad formada por sobrevivientes, que en 1948 oyó a los gobiernos árabes decir que, en cuanto pudieran, los echarían al mar. Esa música sigue sonando.
¿Y?
Que en Israel funciona el 11° mandamiento: «No te dejarás matar». Su historia lejana y reciente ha encallecido la conciencia moral de muchos.
Es una lástima.
Los sionistas huyeron del gueto europeo, pero han acabado construyendo otro gueto mayor y bien armado, pero gueto al fin y al cabo. Sólo se puede salir del país en avión o en barco. Quien vive en un reducto no es normal.
¿No hay salida?
Sólo el compromiso territorial de dos estados con las fronteras del acuerdo de Ginebra. El problema es que, según cálculos optimistas, el acuerdo de Ginebra tiene un apoyo del 30% de un lado y del otro. Yo lo dudo… Trágicamente, la Intifada ha demostrado que las dos sociedades están en condiciones de soportar un alto grado de sufrimiento.