A propósito de la convocatoria de AMIA / DAIA para la marcha a la Plaza de los Dos Congresos:

El último de los engaños

Es cuanto menos paradójico. Fueron diez años en los que la dirigencia comunitaria no convocó a una sola movilización para denunciar los manejos de la justicia argentina. En el camino, se sucedieron las denuncias sobre encubrimientos, desviaciones de pistas, interferencia del poder político, e incluso videos sobre el mismo juez de la causa sobornando a testigos. Pero nada de eso pareció ser suficiente para denunciar a la Justicia argentina. Hoy, cuando por primera vez esta misma justicia dio un paso -dudoso por lo tardío-, cuestionable, por sus alcances; frustrante, por liberar a delincuentes y pequeño, por lo que en realidad significa, pero en la dirección correcta… entonces sí, fue tiempo de convocar para denunciar a la justicia argentina.

Por Julián Blejmar.

Ya sin complicidades que avalar, sin delitos que negar, la dirigencia de DAIA, AMIA, y otras organizaciones comunitarias emitieron un ambiguo llamado mediante el cual buscaron que el fracaso del juicio que impulsaron, sea confundido y considerado por la sociedad como el fracaso de un fallo, y no de todas sus instancias procesales.
La realidad marca que si algo se le puede recriminar al fallo, no fue la absolución de los acusados, sino la conclusión de que fue una Trafic la causante de la explosión, cuando existe más de un indicio de que la hipótesis de la Trafic fue urdida como parte del encubrimiento que siguió con la detención del reducidor de autos Carlos Telleldín y del ex comisario de la Policía Bonaerense y mágico heredero de fortunas Juan José Ribelli. Pero, lo sabemos, no fue por esta última sentencia que se convocó a la marcha.
El tiempo, ese al que duele recordar cuando se piensa en todo lo que se perdió por desviar las pistas es -sin embargo- también nuestro aliado.
Fue el tiempo el que se encargó de demostrar que Beraja y su séquito nunca abogaron por las víctimas de la comunidad, sino por su patrimonio.
Fue el tiempo el que demostró que los gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde eligieron que la verdad no saliera a la luz con tal de no afectar, de forma central en el primer caso, y tangencial en los segundos, su poder.
Fue el tiempo el que se encargó de demostrar que varias de las voces acusadas de ser “obstáculos” para la causa -y que en muchos casos sólo tuvieron espacio en Nueva Sión– batallaron siempre por la verdad.
Y será el tiempo el que les hará ver a muchos de los que asistieron -con la legítima convicción de denunciar la impunidad- que volvieron a ser engañados por una dirigencia a la que, sin importarle que por primera vez en el proceso, la justicia se haya sujeto a la ley y no a la influencia del poder político, volvió a privilegiar sus intereses personales.
Por eso, solo queda el consuelo de saber que en esta increíble Causa AMIA, la convocatoria fue tan sólo el último de los engaños.