Unidad, esa es la palabra y el concepto que circula en los pasillos de los dirigentes. Quieren la unidad a toda costa. La cúpula funcional de la DAIA (la dupla Kirszenbaum-Toker) intentó dejar ensartada a la comunidad tratando de unirla en la queja y la protesta por el fracaso de su estrategia emitiendo un comunicado que logró truncarse gracias a la parada de dirigentes representantes de Meretz, Convergencia, Seminario Rabínico Latinoamericano y B´nai B´rith.
Es probable que el ocaso haya llegado a la vida de algunos dirigentes de la mano del fracaso de una estrategia judicial que, por lo que se avizora, dejará más personas libres que presas.
Pocas cosas han podido probarse en este juicio y las pruebas presentadas, muchas de ellas sufren de graves deficiencias que han hecho que se caigan por su propio peso, incluso peses a la férrea oposición de la querella oficial.
La desaparición del chasis de la supuesta Trafic; la pericia hecha por el perito de Renault en la que afirmara que por la bomba de nafta hallada en las inmediaciones del atentado, sencillamente, no había pasado combustible; las grabaciones ilegales realizadas por la doctora Nercellas o el escandaloso pago de los 400.000 dólares hecho a Telleldín para inculpar a los policías bonaerenses son sólo algunas de las irregularidades que dan por tierra con la idea de un juicio en el que se presentaran, al menos, pruebas responsables. Es cierto que el Estado es el primer responsable por lo sucedido y por lo no investigado. Pero la querella oficial debería de haber tomado para sí la responsabilidad de auditar la seriedad y el avance de las investigaciones que el Estado debería de haber ejercido y no lo hizo. No sólo no auditó, sino que fue cómplice, por ejemplo, en el pago de esos famosos dólares que construyeron una realidad que ahora, ineludiblemente, se vuelve en contra.
¿Nos interesa la verdad o tener presos?
¿Necesitamos responsables ficticios o reales?
¿Por qué se desvió la investigación sobre la conexión local y no se profundizó y relacionó con la internacional?
A los que siguen bregando por la unidad comunitaria, incluso a pesar del fracaso y gran dolor que se avecina, habría que preguntarles qué clase de unidad pretenden y cuál es el costo.
¿Debe, esa pretendida unidad, construirse sobre el ninguneo de la verdad, los restos de la AMIA y en contra de la digna memoria de nuestros 85 muertos?
Quien quiera oír que oiga: esa es una unión ficticia. Sólo estaremos unidos por la partición, por una gran y dolorosa partición comunitaria… después veremos qué es lo que pueda reconstruirse sobre la autocrítica genuina y valiente de quienes estén dispuestos a encararla sobre estos jirones de verdad no revelada en la historia oficial que nos deja la Causa AMIA.