El futuro, pero ya anunciado retiro, de Alejandro Rúa de la Unidad Especial de Investigación del atentado a la AMIA -del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación-, no marca buenos indicios para la continuidad de las investigaciones vinculadas al encubrimiento del atentado, causa que lleva adelante el juez Ariel Lijo desde que el pasado 17 de noviembre separaron de su puesto al juez federal Claudio Bonadío quien estudiaba las supuestas irregularidades cometidas en el atentado.
Bonadío tenía pedidos de juicio político por no investigar debidamente esas irregularidades y ya había sido cuestionado por demorar en la causa y por “falta de imparcialidad” (dado el vínculo laboral que tuvo) con el ex ministro de Interior menemista Carlos Corach, de quien había sido asesor en la Subsecretaría General de la Presidencia, y subsecretario en la Secretaría Legal y Técnica durante el gobierno de Carlos Menem.
Pero, evidentemente, no es el único tema por el cual no avanzan las investigaciones. Las negociaciones de la solución amistosa suscriptas entre funcionarios del Gobierno (Alejandro Rúa entre otros en los que también interviene gente de Cancillería y del Ejecutivo directamente) y representantes de Memoria Activa están, prácticamente, detenidas desde un mes antes (calcularon algunas fuentes consultadas) de la asunción del actual ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Alberto Iribarne. ¿Por qué? Nadie lo sabe a ciencia cierta.
– ¿Por qué se va? consultó, a Rúa, Nueva Sión.
– Porque me dieron un lugar del que no pueden sacarme pero tampoco me dan bola, respondió un Rúa tajante y convencido de que ya no tiene sentido seguir investigando el encubrimiento desde una posición técnica y políticamente desventajosa.
¿Serán los viejos políticos que vuelven a ocupar sus puestos? ¿Serán otros que vuelven a tener peso e influencia desde el otro lado de los despachos oficiales?
Veamos algunos pocos ejemplos de los últimos tiempos que muestran algunos indicios:
El martes 26 de julio, el diario ‘La Nación’, titulaba “Un ex funcionario de Menem y de Duahlde que cultiva el bajo perfil”. Allí se hacía referencia al actual ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Alberto Iribarne, a quien presentaban del siguiente modo:
“Iribarne fue cuatro años viceministro del Interior del gobierno de Carlos Menem, cuando Carlos Ruckauf y luego Carlos Corach fueron ministros del Interior… Pese a su pasado como funcionario de Menem, Iribarne suele decir que nunca fue menemista. Su principal argumento es que en 1997 dejó el gobierno de Menem porque no apoyaba la reelección. Ya trabajaba cerca de Eduardo Duhalde, que en ese momento ya se había convertido en el peor enemigo político de Menem.
Ahí comenzó a afianzarse su relación política con Duhalde: manejó su campaña presidencial en 1999 y en 2002 fue secretario de Seguridad Interior durante la presidencia de Duhalde….”
En esa misma nota se mostraba gráficamente -en la foto que aquí también se reproduce- las buenas amistades cultivadas por Iribarne: en la misma, de izquierda a derecha, puede verse a Alberto Kohan, Eduardo Bauzá, Carlos Corach y al mismísimo Alberto Iribarne.
Respecto a su también compañero Carlos Ruckauf, sólo baste recordar sus declaraciones en las que manifestó que él sabía quién había cometido los atentados a la Embajada y la AMIA pero que no podía mencionarlos por un tema de responsabilidad de Estado. O también podemos recordar las declaraciones del ex General Martín Balza quien había acantonado una fuerza de rescate en Campo de Mayo, que puso a disposición del Ministerio de Interior pero que nunca fue convocada.
“¿Cuántas vidas hubiéramos podido salvar mientras llegaban los rescatistas israelíes?” se preguntó Balza ante Nueva Sión. Ninguna autoridad competente, política o de la justicia, se los preguntó a Ruckauf o a Iribarne (quien estaba al frente del Ministerio cuando el atentado a la AMIA porque Ruckauf se encontraba en los Estados Unidos).
Hablando de Ruckauf, otro que vuelve para caer parado siempre. Sólo basta recordar que acaba de votar a favor, en comisión, del proyecto de la Casa Rosada de reforma del Consejo de la Magistratura.
Un día después de haberle sido propuesto el cargo en el Ministerio de Justicia, ‘Clarín’ levantó unas declaraciones de Iribarne, realizadas a Radio Rivadavia, en las que afirmó que le hubiera gustado “ser ministro del peronismo unido”. Alberto Fernández salió a contestarle entonces: “bienvenida sea que la unidad no exista… si la unidad sirve solamente para repetir experiencias que los argentinos ya no quieren repetir, si la unidad sirve para postergar el cambio que los argentinos reclaman, pues entonces que la unidad no valga”.
A Rúa no lo echa nadie. Decidió irse como reconocimiento de su imposibilidad de mover el aparato y, hasta tal vez, por temor a quedar pegado -por obligada inacción- a este momento de incomprensible y renovada pasividad estatal frente a algunos temas vinculados a la Causa AMIA.
Comprender los entretelones y vicisitudes de las investigaciones del atentado lleva años y es muy compleja la lectura de las caras en las que puede mutar el encubrimiento que Rúa tenía como misión dilucidar.
Hay dirigentes y ex dirigentes de la comunidad judía que tampoco lo entienden. Es así que lo felicitan o creen que el alejamiento de Rúa es una buena noticia para él, que vive su retiro de la causa como un ascenso, pero en el ministerio de Defensa. Lejos de eso se encuentra su desvinculación de la investigación sobre el atentado.
Amigos son los amigos
¿Nadie fue a preguntarle a Iribarne qué hizo ese fatídico 18 de julio a cargo del ministerio del Interior?
¿Nadie recordó hasta ahora a los amigos de Iribarne?
¿Nadie le recuerda a Iribarne la historia de sus amigos?
Sólo basta leer algunos párrafos de los fundamentos de la sentencia del Tribunal Oral federal número 3:
– “El tribunal no puede dejar de señalar los graves reparos que le merece la actuación de altos funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional a la fecha de ocurrido el atentado que, más allá de las declamaciones públicas, no colaboraron de modo eficiente con la investigación.
A esa negligencia se sumó la desidia y falta de interés que algunos de ellos exhibieron en conocer el estado de las investigaciones relacionadas con el ataque terrorista más grave de la historia del país, mientras que otros, durante la instrucción, apoyaron el irregular proceder del juez Galeano; esto último, el caso de Hugo Alfredo Anzorreguy y Carlos Vladimiro Corach, tal como se analizó en apartados anteriores…”
“…De la prueba producida en el contradictorio surgieron claras referencias acerca del rol desplegado por el entonces Ministro del Interior de la Nación, Dr. Carlos Vladimiro Corach, en la ilegal negociación tendiente a lograr que Carlos Alberto Telleldín, a cambio de dinero, prestara declaración en la causa.
Al respecto, cabe recordar las entrevistas que, con idéntico objeto, mantuvo la entonces jueza María Luisa Riva Aramayo con el procesado.
En esas reuniones, ésta comentó a Telleldín que tenía el aval del ministro Corach…”
(N. de la R.: El actual juez federal Ariel Lijo -a cargo de la causa que tuviera Bonadío- era asistente de la jueza ya fallecida).
– “…el juicio puso de manifiesto, entre otras cosas, la interacción de la S.I.D.E. con el Juzgado Federal de Lomas de Zamora, a cargo del Dr. Santa Marina, la decisión del comisario Vitelli de separar a los policías bonaerenses de la fuerza reconociendo, como única razón, órdenes políticas, la inactividad del entonces Secretario de Seguridad, brigadier Antonietti, la actitud del ex ministro del interior y ex vicepresidente de la Nación, Carlos Ruckauf, admitiendo que lo habían ‘puenteado’ y resignando sus funciones como titular de la cartera de interior…”
– “… si bien el tribunal interrogó a los primeros testigos con total amplitud, dicho criterio no se mantuvo llegado el momento de ahondar en la responsabilidad de los acusados, toda vez que testigos como Piotti, Calabró, Verón, Ruckauf, Antonietti o Anzorreguy fueron interrogados con absoluta liviandad, agregando que luego, al profundizarse el objeto procesal de la causa que tramita el Dr. Bonadío, hubo un nuevo viraje en punto a los criterios para interrogar, toda vez fue más importante cuestionar la investigación y los investigadores, que los resultados de la investigación en sí…”
– “Frederik remarcó la ineficacia absoluta demostrada por la Dirección Nacional de Migraciones en razón de que… no contaba con soportes informáticos ni con personal suficiente… remarcó el nulo aporte de la Secretaría de Seguridad de la Nación… para el esclarecimiento del hecho, tildando de vergonzosa su indiferencia con la investigación y con el reclamo de justicia; reproche que también hizo extensivo a Carlos Ruckauf, a la sazón ministro del Interior…”
Como puede verse, nunca se fueron del todo, y encima volvieron con nuevo poder político y amigos en el gobierno.
El Peronismo de la Capital necesita más que nunca de la unidad propuesta, ahora, por el Jefe de Gabinete Alberto Fernández. Es ese mismo Peronismo que sigue liderado por Carlos Corach.
El Frente para la Victoria necesita de los votos de gente como Carlos Ruckauf para tratar de imponer su proyecto para el Consejo de la Magistratura.
Iribarne, le guste o no en la actualidad, ya afirmó el mismo día de asumir su deseo de trabajar dentro de un peronismo unido.
Pero…:
¿Y de la Causa AMIA quién se preocupa?
¿Tiene sentido, hoy, una oficina con Rúa al frente que siga afirmando que está investigando el encubrimiento?
¿Alguien tiene, acaso, intenciones de profundizar las investigaciones con los amigos del poder?
¿Para qué se quedaría Rúa en la UEI, hoy y con este panorama, si hasta le niegan la facultad de presentarse como querellante?
¿Lo hará el sucesor de Rúa, Carlos Slokar, a quien ya le prometieron -curiosamente- entregarle esa misma facultad denegada antes a Rúa?
¿Por qué se la negaron a Rúa y se la darán a Slokar?
Cabos para atar hay muchos. Sólo hay que saber leer y tomar decisiones concretas.
Pero eso le corresponde a la dirigencia política nacional, por un lado; y a los dirigentes comunitarios que, en lugar de reclamar, siguen mirando atónitos cómo se aleja la causa con sus verdades ocultas y la justicia para los muertos.
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