Cassettes, halcones y plumas

¿Cómo se armó el cuento chino?

Que 66 casetes originales y sus duplicados hayan desaparecido simultáneamente hace más de ocho años habla inequívocamente de una orden emanada desde la cúspide del Estado. La mayor parte correspondía a la intercepción del teléfono del chalet que Carlos Telleldín alquilaba junto a su pareja, Ana Boragni. Luego de ser perseguido a tiros por policías el jueves 14 de julio, Telleldín estaba hipersensibilizado. Unos pocos minutos después de la voladura de la AMIA, el movilero Carlos Bianco lanzó al aire, por Radio Mitre, que el ataque podía haber sido cometido con una camioneta Trafic. Tan pronto se enteró, Telleldín tuvo la corazonada de que podían haberle tendido una trampa e inició una fuga que concluyó en Posadas, desde donde llamó a su casa. La encontró virtualmente copada por viejos conocidos suyos de la SIDE y de las policías federal y bonaerense. En esas casetes estos ‘invitados’ lo amenazaban, instándolo a regresar y hacerse cargo de todo, tal como pudo comprobar hacia fines de 1994 Carlos Juvenal. Lo que sigue es la historia de cómo se armó el cuento chino.

Por Juan Salinas

Resulta que alguien le ofrecía a la dirección de Canal 2 venderle copia de esos cassettes y a Juvenal le llegó una muestra en la que agentes de la SIDE y policías lo amenazaban con matar a Ana y al pequeño hijo de ambos, y Telleldin replicaba que en ese caso no tendría más remedio que contarle a la policía brasileña todo lo que sabía. Por fin, queda claro, el ‘Enano’ (tal el alias de Telleldín, puso una serie de condiciones (hasta ahora desconocidas). Y entre todos acordaron decir una mentira tan grosera como que Telleldín y su mujer le habían vendido una Trafic con aquel motor a un chino o coreano que se desplazaba en un auto japonés de lujo, tal como fue a declarar ante la policía Ana. Los transcriptores de la PFA eliminaron cualquier referencia a la íntima sociedad entre Alejandro Monjo (cabeza de una cadena de “duplicación” de automotores robados y quien le había entregado una Trafic quemada a Telleldín) y la subjefatura de la fuerza y que posiblemente comentarios del ‘Enano’ acerca de que había hecho con aquel motor lo que Monjo le había indicado y sus sospechas de que había terminado en manos de ‘El Viejo’, un comisario general retirado, experto en establecer “zonas liberadas” para secuestrar personas.
Otra cosa que se eliminó en ambas transcripciones son las referencias a las fluidas relaciones entre Telleldín y comisarios (como Mosquera) y altos agentes de la SIDE (como «Gastón»). Por las dudas, y tan pronto Telleldín se entregó en Aeroparque, el oficial Carlos Alberto Salomone le pidió su agenda electrónica y le quitó las pilas, borrando su contenido. Seguidamente, su agenda de papel fue recortada. Por éstos y otros hechos se acusó al comisario Carlos Antonio Castañeda, quien en octubre será sometido a juicio oral acusado de destruir y ocultar pruebas. Pero el que firmó los recibos fue el comisario Jorge “El Fino” Palacios, que sucedió a Castañeda y permaneció durante ocho largos años al frente de la supuesta investigación con nulos resultados (el mismo comisario Palacios defendido por las autoridades de la DAIA). No son de extrañar: su única preocupación fue evitar que la participación en el atentado de efectivos, ex efectivos y ‘plumas’ de la fuerza relacionados con la mafia duplicadora de vehículos fuese investigada. Hasta que recientemente el Presidente Kirchner lo eyectó simultáneamente de la causa AMIA y de la policía. Era hora.
Esta trama de “halcones” (oficiales de inteligencia) y “plumas” (personal supernumerario sin estado policial que cobra de las cajas negras) estuvo involucrada en los atentados a la embajada de Israel y la AMIA, clamorosamente en su encubrimiento y, según parece, también en la provocación montada frente a la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires la semana pasada.