Sigue la polémica IV

Un cacho de Cultura: ¿Marijuli en la AMIA?

El tema no son los detalles. En efecto, el hijo del Secretario de Cultura de la AMIA cobra, por su participación en mesas redondas sobre Israel y el Medio Oriente, el doble que sus compañeros de debate. No sólo eso: su curso sobre un tema similar reconoce honorarios que son entre dos y seis veces los que retribuyen a cualquier otro de los conferencistas del Departamento de Cultura. Pretender explicar esta situación por un currículum vitae -aunque este es un tema opinable- llevaría a suponer, con similar criterio, que un filósofo como León Rozitchner, profesor emérito y candidato a rector de la UBA, debería cobrar algo así como $ 2.000 por charla, dado que sus antecedentes decuplican fácilmente los del familiar del Secretario. En síntesis: de lo que aquí se trata es de una forma de proceder en un sector de la AMIA y de sus permanentes posturas respecto a la cultura -una actividad que es imposible desarrollar sin paradigmas de pluralismo, consenso, apertura mental y conocimiento del tema- que recuerdan el nombramiento de María Julia (Marijuli) Alsogaray como encargada de defender el medio ambiente argentino durante el Gobierno de Menem, función que asumió envuelta en un tapado de piel elaborado en base a animalitos sacrificados. Todo un símbolo. O, como dice Celia Grinberg en la carta enviada al Presidente de la AMIA: ¿en qué manos está hoy la dirección cultural de la comunidad?

Una coherencia singular

Tal como señalamos en la nota anterior, sobre estas cuestiones es casi imposible hallar información de primera mano. El Director de Cultura, Moshé Korin, se encontraba de viaje en Israel al momento de elaborar esta nota. El Director de la Editorial Milá, Ricardo Feierstein, prefirió no responder nuestro cuestionario, aduciendo que se trata de cuestiones internas de la institución, que deberán resolverse en los ámbitos que correspondan. Por los pasillos de la AMIA circula mucha información, pero las fuentes solicitan privacidad antes de comenzar a hablar. El tema no es fácil. Cuidar el puesto de trabajo no es algo simple en estos tiempos.
Tradicionalmente, los Secretarios de Cultura fueron hombres de amplitud de espíritu y cierta formación en el rubro, que apoyaban a los profesionales del área y los representaban frente a la Comisión Directiva, para lograr más y mejores partidas presupuestarias para sus proyectos.
Un integrante de la Comisión Directiva confió su estupor cuando, en la reunión destinada a tratar el caso de los desaparecidos de origen judío bajo la última dictadura militar argentina, Schvindlerman (el Secretario de Cultura de la AMIA) se opuso a la colocación de una placa en su memoria con argumentos que da vergüenza ajena reproducir. A pesar de ello, este proyecto fue finalmente aprobado por mayoría.
La sensibilidad social y el reconocimiento de una parte de nuestra historia, forma parte del interés por la cultura. Y en el caso de los desaparecidos no puede ser un tema menor.
Israel se interesó en el tema a través de una Comisión especial, el mismo Presidente de la AMIA destacó ante los medios de prensa comunitarios y nacionales que le daba “vergüenza ajena” la falta de reconocimiento que se produjera hasta ahora. Y el señor Schvindlerman se opuso al interés expresado tanto por el Estado de Israel como por su Presidente y los pares de su Comisión Directiva.
Todo esto resulta, francamente, anacrónico e incomprensible sino se colara algún interés político por el cual han decidido no desprenderse, dirigencialmente hablando, del señor Schvindlerman (cabe recordar que en el mes de enero presentó su renuncia pero no le fue aceptada).
En muchos aspectos -como puede verse-, la cultura, en la AMIA, sigue esperando y pidiendo paso.