persistente uso del término hebreo ‘Hasbará’ se debe a la dificultad de traducirlo. En inglés la voz más cercana es el arcaico ‘explanation’ (más que el aceptado ‘advocacy’). En español ‘esclarecimiento’ es mejor para describir el efecto de explicar una cuestión por medio de quebrar prejuicios difundidos o malentendidos que la oscurecen. Pocos asuntos padecen de esas distorsiones como el de la guerra contra Israel, cuyas causas son deliberadamente ocultadas por una prensa torpe o malintencionada.
La idea fija es “la ocupación”, una reiterada jaculatoria que lo refuta todo, y que saltea obsesivamente que la “ocupación” fue siempre consecuencia de la agresión contra Israel y no su causa. A partir del enredo, nos estrellamos contra un diálogo surrealista:
– Si no hubiera ocupación, habría paz.
– Pero el terrorismo árabe nos mataba mucho antes de que ocupáramos nada
– Por la ocupación
– Pongamos fin a la ocupación por medio de negociaciones
– No. Por la ocupación
La meta de la propaganda autista es erosionar al gobierno de Israel, cualquiera sea su tendencia o sus acciones. Ponerlo siempre a la defensiva, aun cuando se revise un atentado contra escolares israelíes en una fiesta de cumpleaños. Sharón está mal cuando se retira y cuando no lo hace, engaña si habla de paz y acecha si habla de otra cosa. Toda autodefensa de Israel es intrínsecamente mala: la deportación de terroristas, la eliminación de sus cabecillas, la cerca para impedir su infiltración, todo está mal. Si tan sólo una vez nos dijeran qué es permisible. Qué sí tiene derecho de hacer Israel para defenderse. Sospechamos que nada, porque para estos “críticos”, no existe el acto de autodefensa judía. Sólo existe “ocupación”, un epíteto que lo abarca todo, aun la mera existencia del judío organizado.
El nadir de este autismo es la izquierda europea, cuyos lentes nublan el mundo con la vileza inherente que le atribuyen a Israel. Intentemos en la prensa europea referirnos a la literatura hebrea, la ecología de Israel o los logros del país en medicina y agricultura, y tropezaremos con un contradictor de mente “ocupada”. Israel es presentado de modo lineal, como el único país del globo dibujado exclusivamente como depredador y ocupante. No hay nada más.
Algunos judíos se suman a la andanada autista y también refutan argumentos variados con invariables ocupaciones. La disyuntiva que se le presenta al esclarecedor es si vale explicar la ocupación, o bien mostrar que es una excusa, y que los motivos de la agresión antiisraelí tienen que ver con la naturaleza fascista y belicosa del mundo árabe.
Este dilema surgió últimamente en torno de la periodista catalana Pilar Rahola, objeto de un infame asalto por parte de un judío que la tildaba de “histérica, mentirosa, grosera, autora de diatribas, peroratas, libelos y liviandades, que escribe con virtud melodramática apta para telenovelas, que pontifica bulas papales, que farfulla, que tiene ego” y otros modos similares de generarnos vergüenza ajena. El veneno bullía simplemente porque Pilar no se había contentado con ahogar el raciocinio en la ocupación, y denunció la naturaleza perversa de los regímenes que aspiran a borrar a Israel del mapa, y la complicidad europea en la civilizadora aspiración.
El embate contra Pilar nos imponía la opción de si salir en defensa de la humanista Rahola (tarea tan fácil como noble) o señalar la obsesión de quien la incriminaba. La acusación consistía en que Pilar “defiende al gobierno de Israel”, algo que en rigor Pilar nunca hace. Más aún, con frecuencia critica al gobierno de Israel.
Si el arrogante autista se hubiera detenido en los hechos antes de arremeter, habría notado que la pluma de Pilar Rahola no defiende a Israel (¡puh, puh, lejos de nosotros!) sino que denuncia la hipocresía judeofóbica de Europa en general y de la izquierda española en particular. Pero, obsesionado por arremeter contra el Gobierno de Israel en toda circunstancia, el agresor supuso que si alguien discurre sobre el Medio Oriente sin insultar al monstruo sionista, pues obviamente está defendiéndolo.
El resultado fue que, en lugar de congratular a una aliada entre miles de enemigos, en vez de admirar a una ovejita blanca que se juega en un medio hostil para remar contra la eurocorriente antisionista, el iluminado golpeó y lo siguieron estelas que entendieron que su misión era poner a la Rahola en su lugar por “mentirosa y grosera”.
Ese es el segundo gran dilema del esclarecimiento. No hay modo de esclarecer a quien desea permanecer apasionadamente en su siniestra penumbra. ¿Europa nos difama? La ocupación. ¿La judeofobia es un problema? La ocupación. ¿Pilar es una gran mujer? Sí. Y valiente, y bienintencionada. El ideal de la Europa posible, frente a la Europa ocupada y suicida.